Don Vasco de Quiroga y su portentosa gesta en la Nueva España

Los indígenas lo trataban con el afectuoso nombre de “Tata Vasco”, en lengua tarasca significa “tan querido y venerado como a un padre”.



El célebre Vasco de Quiroga nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) hacia el año de 1470. Estudió Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca. En esta ciudad recibió materias con un profundo humanismo cristiano, que influyeron considerablemente en su concepción de la realidad.

Cuando Vasco tenía 35 años en 1523, recibió de Carlos I de España el nombramiento de Juez de Residencia en Óran, al norte de África, en tierras conquistadas por el Rey. Se destacó por su prudencia y admirable su sentido de la Justicia. Fue notable su campaña contra los actos de corrupción. Logró con celeridad un Tratado de Paz con el rey de Tremecén. En su texto introdujo conceptos como “el respeto a la libertad religiosa y de comercio, que eran inéditos hasta ese entonces”, según explica el especialista en Don Vasco, el Dr. Pbro. Pablo Arce Gargollo.

Posteriormente fue Juez en Valladolid, Granada y Murcia y fue adquiriendo prestigio profesional. Mientras tanto, llegaban a España alarmantes noticias sobre los abusos de los conquistadores y el mal trato que daban a los indios. Situación que preocupaba al Rey y a los intelectuales.

Debido a ello, se envió al Juez Vasco de Quiroga -entre otras personalidades- para dar solución a esos problemas, siendo integrante del cuerpo colegial que se conoció como la Segunda Audiencia y Primera Autoridad en el gobierno de la Nueva España.

En tierras americanas Vasco de Quiroga desarrolló un intenso y eficaz trabajo. Por su carácter afable fue bien recibido por los indios purépechas y acudían a él para que les solucionara muchos de sus asuntos legales. Defendió los derechos de los indígenas y enfrentó judicialmente algunos de los abusos de los españoles. Combatió la esclavitud y otras graves irregularidades de algunos españoles, como las cometidas por Nuño de Guzmán. Muchos de ellos fueron a parar a la cárcel.

Por otra parte, le impresionó la pobreza extrema de muchos de los indígenas y escribió -a título personal- a la Corona Española para que se pusiera orden y remedio mediante prudentes gobernantes.

Don Vasco tenía un buen concepto de los indígenas como personas humildes, obedientes, desprendidos de los bienes de este mundo, además tenían gran interés por aprender lo que se les iba enseñando.

Luego de conocer a fondo a los indígenas con las muchas horas de entrevistas y actuaciones judiciales que tenía con ellos, sintió el llamado de ser Obispo y así lo nombró el Rey Carlos I en 1539. Fue el Primer Obispo de Michoacán y lo ordenó Fray Juan de Zumárraga.

Es interesante observar que siempre mantuvo su condición secular, es decir, su mentalidad laical después de laborar tantos años como Juez.

Los indígenas lo trataban con el afectuoso nombre de “Tata Vasco”, en lengua tarasca significa “tan querido y venerado como a un padre”. por el gran aprecio que manifestaba hacia los ellos. “Tata Vasco” se preocupó de su salud, de su alimentación, de proporcionarles vestido y muchas otras cosas que los purépechas necesitaban.

Primero trabajó en el pueblo de Santa Fe, que aún subsiste y donde puso un hospital. El libro “La Utopía” de Tomás Moro tuvo gran influencia en él, aunque la adaptó – como es lógico- a la realidad mexicana.

Posteriormente fue a realizar su actividad pastoral a Pátzcuaro, Michoacán. Les enseñaba el Catecismo y también les animaba a que aprendieran a leer y escribir. Como le funcionó bien su concepción de pueblo-hospital en Santa Fe, lo replicó en Pátzcuaro y en otros pueblos purépechas.

Don Vasco de Quiroga soñaba con una sociedad nueva, con un modo de vida semejante al que realizaban los primeros cristianos en los inicios de cristianismo. Cada persona -individualmente considerada- era muy importante para él y cuidó de la integración familiar. Sorprende su capacidad visionaria para mirar hacia el futuro. Tenía una gran paciencia en enseñar oficios y menesteres como tejedores, alfareros, carpinteros, artistas del metal y de la pintura, lo mismo que nociones de la agricultura para que pudieran ganarse su sustento y comercializar sus mercancías o los productos de sus cosechas con otros pueblos de la zona.

Muchas de sus edificaciones persisten, como el Santuario de Nuestra Señora de la Salud, a pocos pasos de la laguna de Pátzcuaro. Cuenta la leyenda que “Tata Vasco” solicitó a algunos artistas purépechas que hicieran una imagen de la Virgen María, con los materiales propios de esas tierras, para colocarla en el Altar de este Santuario.

“A través de los pueblos-hospitales procuró el bien integral de la persona y de la comunidad -comenta el especialista Dr. Pbro. Pablo Arce-, lo mismo que de su Salvación”. Es decir, no cayó en el “activismo” como si fueran meras labores sociales y asistenciales, sino que el motivo principal era procurar Evangelizarlos de la mejor manera y lograr que fueran personas piadosas y que vivieran la caridad y las obras de misericordia predicadas, por Jesucristo.

Todavía se recuerda con cariño, por esas tierras michoacanas, a “Tata Vasco” y los purépechas no olvidan todo el bien que les hizo tanto en lo espiritual como en lo material. Este inolvidable benefactor falleció en 1565 en Pátzcuaro y sus restos reposan en el Santuario que él mismo ordenó construir, en la Basílica de Nuestra Señora de la Salud.

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