El crecimiento en la personalidad madura debe ir acompañada de un progresivo aumento en las virtudes humanas, como: orden, aprovechamiento del tiempo, prudencia, justicia, fortaleza, templanza, optimismo, servicio a los demás…
Con el paso de los años, se impone dejar primero conductas propias de la niñez y, posteriormente, de la adolescencia. No hay nada más lamentable que observar la actitud de un adulto que, con frecuencia, se comporta como un niño por sus caprichos o explosiones de carácter; o bien, el de una persona de mediana edad que viene arrastrando complejos de adolescente que no ha logrado superar, en su modo de reaccionar, de vestir, de hablar…
Me contaba un amigo de más de 50 años que, en cierta ocasión, sus hijos universitarios comenzaron a insistirle en que su porte resultaba muy conservador y formal; que ya era hora de que se modernizara. Hay que señalar que mi amigo, como hombre de negocios, suele vestir de traje y corbata, con la barba y el cabello bien recortados y utiliza un coche de un color discreto.
Después de varias semanas de constante presión de los hijos, un día -ya enfadado- les dijo muy serio: ¿Qué es lo que quieren? ¿Que me no me rasure y me deje la barba desaliñada, con una larga colita canosa de cabello, amarrada con una cinta de colores? ¿Que me vista con una playera sport anaranjada con un enorme medallón colgando en el pecho con los signos del zodíaco y ostentosos tatuajes en los brazos? ¿Que me compre un Mustang rojo convertible, de colección, y me pasee por las calles, con la música moderna del coche a todo volumen y acompañado de una guapa jovencita como vemos que lo hacen algunos viejitos que quieren dar la apariencia de “estar muy en la onda”?
-¡Eso no papá! ¡Se ve muy ridículo! -gritaron todos sus hijos.
Y concluyó mi amigo diciéndoles a sus hijos: -La edad es una realidad que hay que asumirla con dignidad y en su justa dimensión, y existen comportamientos que hay que aprender a dejar atrás, no obstante que resulten “muy en la onda”.
Después de este suceso, nunca más sus hijos le hicieron reclamaciones en este sentido.
La madurez humana se manifiesta en la estabilidad de ánimo, en la capacidad de tomar decisiones ponderadas y en el modo recto de juzgar los acontecimientos, las circunstancias y a las personas. El hombre adulto tiene de sí mismo una idea llena de realismo y objetividad; sabe distinguir perfectamente lo que son planes y proyectos de los logros efectivos y cuantificables.
La persona madura -comenta el reconocido escritor Francisco Fernández Carvajal- es humilde porque acepta sus limitaciones, defectos y equivocaciones, a la vez que reconoce las virtudes y facultades que posee. Esto le da un sentimiento de seguridad que le permite actuar de modo coherente, libre y responsable. Sabe adaptarse a las circunstancias, conociendo de antemano que, en ciertos momentos de la vida, conviene ceder para luego ganar; ser flexible, sin rigideces, para luego exigir a los hijos o a los subalternos en el trabajo.
¿Cuáles son las manifestaciones de la inmadurez? El comportamiento altanero y arrogante, la terquedad, la vanidad y la soberbia, el no querer rectificar y reconocer los propios errores, el tener frecuentemente puesta la imaginación en sueños irreales y fantásticos. El que se deja llevar por arrebatos de mal humor y reacciones desproporcionadas ante una pequeña molestia recibida de los demás, cuando se pudo haber superado elegantemente con una sonrisa o un poco de paciencia.
La persona madura, en cambio, es una persona serena, ecuánime, objetiva, alegre, que infunde a su alrededor paz y buen humor. Que es optimista y paciente ante las adversidades; que sabe comprender, perdonar, disculpar al prójimo porque comprende que todos sin excepción tenemos defectos y errores. La madurez, en suma, exige tenacidad en las obras o trabajos comenzados para llevarlos a su fin, sin desanimarse ante los obstáculos, y concluir las tareas bien acabadas, con sentido de responsabilidad.
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