La vida nos podrá altas y bajas que debemos saber cómo afrontar y actuar ante estas y vivir plenamente en cada momento.
Me parece que todos hemos conocido a algunas personas que tienden a dramatizar los hechos, a sacarlos fuera de contexto, a sobredimensionarlos y, por tanto, fácilmente generan conflictos, fricciones y roces con los que conviven en su trabajo, en su familia…
Por ello, es importante aprender a mirar la vida, con realismo; pero a la vez con actitud equilibrada, entusiasmo, optimismo e ilusión. Ahora ya no se enfatiza ni se habla tanto de “problemas” sino de “retos” y de “áreas de oportunidad y de crecimiento”. Considero acertado este nuevo enfoque.
Desde luego que no faltan –en el transcurso de la existencia humana– el dolor, el sufrimiento, la pérdida de seres queridos, los contratiempos, las dificultades, los apuros económicos, los sinsabores…
Pero una persona madura se ejercita en redimensionar esas pruebas o circunstancias concretas y las enfrenta con paciencia, prudencia, serenidad, objetividad, alegría y hasta con buen humor. Sin duda, es la combinación ideal para conservar la salud mental.
Recuerdo a un amigo mío, arquitecto, ya entrado en años, que tiene la buena costumbre de anotar en su celular los chistes graciosos y divertidos que escucha. Me suele decir:
–Permíteme, voy a anotar este chiste que me contaste porque me parece estupendo.
Y le pregunté:
–¿Y qué haces con esa larga lista de cuentos que llevas escritos?
–Muy sencillo: todas las semanas tengo que ir a visitar a mi tío viudo que está solo y un tanto triste por el hecho de estar viviendo en un asilo, y el contarle chistes es un modo práctico de levantarle el ánimo. También, como mis familiares y amigos son mayores, nunca falta que alguien se enferme y tenga que internarse en el hospital. Y para que piensen en otra cosa y pasen un rato agradable, como una forma práctica de ayudarles, les comienzo a relatar chistes, se ríen mucho y ¡hasta se les olvidan las molestias de sus padecimientos! Es más, me piden que no me vaya, ¡qué siga contándoles más cuentos!
Sin duda, ésta es una manera fina y delicada de vivir la caridad con los demás; un modo de alegrarles la vida para hacerles más amable su trabajo, la convivencia o su misma enfermedad.
Pero aclaro que no me refiero a esa alegría superficial, ligera; la de la risotada hueca y banal, sino de esa alegría profunda y serena, propia de una persona centrada y con valores trascendentes.
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