La economía del bien común fomenta el desarrolla de empresas saludables con responsabilidad social.
Si dices que te llamas Cristóbal Colón y vienes del manicomio para crear una empresa con enfermos mentales es difícil que te presten dinero en un banco. En esos términos explica un peculiar psicólogo su primera experiencia cuando fue a pedir un crédito para iniciar su fábrica de yogurt para dar trabajo a enfermos mentales.
Con la convicción de que la mejor manera de tratar las enfermedades de sus pacientes era a través de un trabajo, buscó las condiciones para que sus pacientes pudieran tener empleo en un entorno adecuado a su situación, frente al reto de encontrar empresarios que quisieran contratarlos, decidió fundar una empresa donde no hubiera objeción a contar con ese tipo de empleados.
En el video “Salvados La Fageda, cuando negocio y ética van de la mano” se explica con más claridad esta singular iniciativa, que se puede inscribir en la economía del bien común, donde el fin principal es la generación de empleo para ayudar a las personas, antes que la utilidad de la empresa, que aunque es necesaria para su pervivencia, no es el objetivo principal.
La gran mayoría de las empresas se conciben como instrumentos para ganar dinero, no como entidades que sirven al bien común de distintas maneras, algunas reglas para considerar que son parte de la filosofía de economía para el bien común, implica que las diferencias salariales no se disparen entre quien gana menos y quien gana más en la empresa.
Hay cooperativas e iniciativas de grupos sociales encaminadas a promover el desarrollo de las personas y comunidades, y aunque son menores, también existen otras alternativas empresariales que buscan el mismo objeto.
La economía del bien común no es una empresa de locos, aunque el paradigma dominante así lo hace parecer. Es necesario crear estas opciones económicas que ponen en el centro de su razón de ser a las personas y su desarrollo, en lugar de continuar en la lógica de crear empresas solo para ganar dinero.
La economía del bien común implica que las empresas sean exitosas para que se mantengan con una serie de beneficios para sus empleados, pero también implica una serie de actitudes y virtudes como la frugalidad, para alejarse de prácticas consumistas que desequilibran las posibilidades de vivir con poco dinero, pero con los suficientes satisfactores para llevar una vida rica, plena, orientada a la convivencia y servicio a los demás.
Las crisis son buenas oportunidades para replantearse paradigmas, para iniciar actividades y enfoques diferentes en la vida. Frente a los abusos, violencia e injusticias que se derivan del modelo que asocia el éxito a la riqueza, experiencias como la planteada por estos empresarios españoles se vuelven opciones viables.
Frente a los abusos del liberalismo económico, se acude al socialismo con diferentes adjetivos como una solución, y frente a las crisis de corrupción y legitimidad de los regímenes políticos, las alternativas más socorridas vienen desde el populismo.
Un enfoque humanista que asume la economía del bien común es un camino saludable por recorrer, donde se busca crear empleos y empresas saludables con responsabilidad social, mientras a través del compromiso, la solidaridad, la responsabilidad y la organización se generan políticas contra la corrupción.
Construir alternativas viables en tiempos de crisis parece una empresa de locos, sin embargo, es la alternativa más racional en la que podemos implicarnos para salir adelante haciendo cosas diferentes a las que provocaron la realidad actual.
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