El tiempo es relativo. De niños, esperábamos todo el año para que llegara Navidad, ¡era realmente largo! Sin embargo para los adultos, cada año que pasa nos damos cuenta de que se nos van los días como agua entre los dedos, apenas alcanzamos a darnos cuenta de lo poco que pudimos hacer durante el último año.
La otra vivencia relativa del tiempo que podemos experimentar se refiere a la diferencia entre estar esperando a alguien, o ser uno a quién esperan, es más largo el tiempo para quién espera, y sin embargo en categorías numéricas, es el mismo tiempo que transcurre para aquel que está por llegar a algún lugar.
El tiempo actual está lleno de información y actividades, creando angustia por no poder hacer todas las cosas que quisiéramos con el tiempo que tenemos, y terminamos haciendo poco de diversas tareas o ninguna, ya que a veces la angustia nos abruma y paraliza.
El vértigo que nos provoca la velocidad de opciones y experiencias disponibles en nuestro entorno y a través de los medios de comunicación y redes sociales nos atrapa, acabando con nuestra poca capacidad de usar eficientemente el tiempo; por el contrario, la pausa, el enfoque, y la decisión para atender asuntos en particular, nos permiten aprovechar mejor las oportunidades que tenemos y al mismo tiempo nos reduce el nivel de estrés que provoca querer hacer todo.
El tiempo de adviento (de esperar lo que viene) previo a la Navidad, es una buena oportunidad para revisar con pausa nuestra vida y nuestras prioridades; hacer conciencia de en quienes y en qué estamos invirtiendo lo más valioso que tenemos: ¡nuestro tiempo! La vida es lo más valioso que tenemos, ese espacio entre nuestro nacimiento y nuestra muerte, está dividido por una cantidad limitada de segundos, minutos, horas, días y años; cómo y con quién utilicemos ese tiempo es nuestra vida.
Jesús vino como un regalo de Dios a la tierra para salvarnos en condiciones de abandono y pobreza material, su llegada era esperada por una familia de fe, de amor y de esperanza. Este acto divino nos puede ayudar a entender las prioridades de la vida.
Los mexicanos valoramos la familia, pero se nos olvida que la vivencia familiar se da en la fe, la esperanza y el amor, y fácilmente tratamos de sustituir esas virtudes con cosas materiales, con regalos, con cosas que nos alejan de la convivencia, de la cercanía con los miembros de la familia. Lo más valioso que tenemos para dar es precisamente nuestro tiempo, nuestro acompañamiento que vale más que cualquier cosa material.
Dios vino a convivir con nosotros, y la navidad es la oportunidad para recordar el gesto, esta última semana de espera (adviento) podemos vivir en el vértigo de los preparativos de la cena, los regalos, las posadas, y quizá dejemos pasar la gran oportunidad de hacer una pausa para prepáranos a recibir a Jesús, podemos darnos una semana de vida para compartir fe, esperanza y caridad con quienes nos rodean. El tiempo es relativo, lo podemos perder en la vorágine de la temporada, o lo podemos enriquecer con la alegre esperanza.
redaccion@yoinfluyo.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com