No bastan las palabras

No cabe duda que las palabras no bastan, se necesitan los actos concretos.



Hace muchos años un amigo se retrasó para una cita importante porque en el camino se encontró a una pareja que recién había llegado a la ciudad y se encontraba perdida buscando a sus familiares. Mi amigo no se contentó con decirles por donde llegar, sino que desvió su camino para guiarlos hasta que encontraron a quiénes buscaban.

Siempre me ha llamado la atención este acto natural y espontáneo. como una expresión de la caridad cotidiana, un acto sencillo; pero significativo en el que antepones el servicio a los demás frente a tus propias prioridades, tiempo y amistades.

El papa Francisco explica que la realidad es más importante que la idea, y muchas veces las ideologías son causa de graves tragedias precisamente porque buscan que la realidad se ajuste a sus principios, en lugar de buscar que la realidad sea la validación, o no, de sus presupuestos.

La reflexión sobre la lectura dominical que nos presenta a Jesús devolviendo el oído y el habla a un sordo y tartamudo nos ayuda a considerar la preeminencia de los actos frente a las palabras. Cristo aparta al enfermo y le muestra su amor, primero lo toca con sus dedos y su saliva y luego le pide al Padre que le sane a través de una plegaria enfática: ¡Effetá! (¡Ábrete!). (MC. 7, 32-35)

Dios Padre pronunció la Palabra y por medio de ella fueron creadas todas las cosas; sin embargo, para mostrar su amor a plenitud envío a su Hijo a vivir entre nosotros, a tocarnos, a ser perseguido, pobre, humillado y muerto por amor a nosotros. Antes de redimirnos, el Hijo de Dios vino a vivir nuestra realidad.

No cabe duda que las palabras no bastan, se necesitan los actos concretos de servicio que le den pleno sentido a las palabras.

Decir te amo sin demostrarlo con actos concretos pierde sentido y muchas veces se convierte en mentiras, omisiones y traiciones. Por el contrario, las obras de misericordia se convierten en palabras silenciosas llenas de sentido.

Nuestra época marcada por la comunicación virtual multimedia, requiere urgentemente del humanismo que toca, que siente, que está con otros y con su entorno.

Para animarme a escribir esta reflexión fui a abrazar a una anciana viuda, a recibir sus gestos y sonrisa llenos de amor que hacían redundantes sus palabras cariñosas.

A nuestra sociedad le hacen falta más líderes capaces de tocar, sentir y acompañar a la gente, con menos palabras, y que las palabras sean en todo caso solo una reiteración de lo ya expresado en obras.

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