La impunidad e injusticia promueve una cultura del más fuerte, ya sea física, social, política o económicamente, esto afecta directamente a los niños y a las mujeres.
El título de esta colaboración se utilizaba en situaciones de emergencia, y hoy lo estamos. Resume el enfoque necesario en la educación, en la construcción de actitudes sociales y en la elaboración de políticas públicas a favor de las mujeres y de los niños. Se podría pensar que es una expresión arcaica, y sin embargo las recientes manifestaciones que repudian la impunidad y la violencia contra las mujeres, le dan una vigencia fuera de toda duda.
La individualización y fragmentación del tejido social que caracteriza a nuestra época, hace que las diferentes problemáticas sociales sean muy difíciles de señalar y erradicar a través de procesos de participación organizada tradicionales. La desconfianza y frustración con partidos políticos y con instituciones sociales y gubernamentales, hace que los individuos sufran en solitario abusos e injusticias, más aún cuando tienen condiciones de desventaja por su sexo, edad, color de piel, origen, educación o recursos materiales.
Otra característica de nuestra época son las manifestaciones de hartazgo detonadas por algunos eventos que afectan de manera especial la sensibilidad de la sociedad, y que se desarrollan principalmente a través de las redes sociales. Hacen que convocatorias y movilizaciones surjan y canalicen angustias, sufrimientos e indignación individuales que no encontraban canales eficientes de expresión.
Los eventos de este fin de semana llaman la atención en particular por la violencia ejercida contra las mujeres, y tienen de telón de fondo la inseguridad e impunidad generalizada contra toda la población. Al mismo tiempo, la clave para regenerar a la sociedad estriba principalmente en la protección y sano desarrollo de sus infantes.
Existen muchas niñas en México que son abusadas y víctimas de trata, las estadísticas muestran un alto índice de embarazo de adolescentes, además están los miles de niñas (que junto con otros niños) fueron abortadas. La cultura machista no solo promueve violencia contra la mujer, también favorece patrones de aborto y vulnerabilidad laboral, social y política para la mujer.
La impunidad e injusticia promueve una cultura del más fuerte, ya sea física, social, política o económicamente, esto afecta directamente a los niños, quienes de suyo tienen algunas de estas vulnerabilidades frente a los adultos, las mujeres también sufren algunas de estas vulnerabilidades frente a los varones, por ello tiene sentido que haya acciones afirmativas para evitar que cualquier vulnerabilidad pueda ser ejercida en contra de niños y mujeres. A guisa de ejemplo, las violaciones o cualquier tipo de agresión física llevan implícita una desproporción en fuerza física.
Las manifestaciones de mujeres del 8 y 9 de marzo representan un hito que puede hacernos reaccionar como sociedad, para cambiar la cultura del más fuerte que normaliza los abusos e injusticias. Para lograrlo, es necesario construir una cultura de complementariedad entre hombre y mujer, de respeto y justicia en las familias, las empresas y los gobiernos para lograr entornos saludables que fortalezcan a toda la comunidad.
En el caso de las instituciones, el gobierno federal necesita cambiar sus políticas de seguridad para evitar la impunidad y la violencia; reactivar los apoyos para estancias infantiles y centros de atención a víctimas de violencia que canceló; por otra parte, todos los gobiernos deben generar entre otras cosas, programas de apoyo a mujeres embarazadas y políticas con perspectiva de familia, que favorezcan un entorno de protección social.
No desperdiciemos esta oportunidad, todos, mujeres y hombres, individual u organizadamente, podemos trabajar en nuestro entorno más cercano para identificar conductas, patrones e instituciones que deben ser modificadas pensando en las mujeres y en los niños primero.
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