Recuperar la capacidad de hacer realidad sueños entre muchos es revalorar nuestra capacidad de buscar alternativas a los problemas de nuestra época.
En una época donde la incertidumbre, el miedo y la posverdad nos llevan a dudar de todo, a desconfiar de los demás, a aislarnos; y en ese proceso a ser víctimas de la costumbre, o de la manipulación de redes sociales que a través de inteligencia artificial nos imponen lo que vemos y escuchamos, así es fácil que nos olvidemos de los sueños, o de mantener nuestros sueños guardados.
Hace algunos años se atribuyó a John Lennon una frase en el contexto de su lucha por promover la paz: “Un sueño que sueñas solo es sólo un sueño. Un sueño que soñamos juntos es una realidad”. Quizá haya gente que piense que los sueños se construyen solos, o que al compartirlos no se realicen, sin embargo, la verdad es que los sueños no se pueden construir solos, es necesario compartirlos y en ese compartir se hacen realidad.
En el contexto de la pandemia, el papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti nos recuerda: “Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!”.
Recuperar la capacidad de hacer realidad sueños entre muchos es revalorar nuestra capacidad de buscar alternativas a los problemas de nuestra época, implica construir procesos de bien común, esto es, definir objetivos comunes entre varios y trabajar para lograrlos; y en ese esfuerzo libramos una batalla que nos permite derrotar al aislamiento, a la incertidumbre, al miedo y a la posverdad.
Recientemente escuché una charla de Eduardo Galeano donde explica ¿para qué sirven las utopías? (según concepto de Fernando Birri), básicamente para caminar hacia ellas. Un mundo dominado por el miedo o el pesimismo es un mundo que te paraliza, que te lleva a esconderte, atrincherarte; al contrario, si tu contemplas la utopía en el horizonte, te lleva a dar pasos concretos en esa dirección, te mueve, caminas y construyes paso a paso una nueva realidad que además te aleja del miedo y la parálisis.
He visto como idealistas han construido organizaciones para llevar infraestructura a lugares remotos en la Sierra de Chihuahua, a través de compartir sus sueños con indígenas, instituciones y organizaciones, pudieron hacer realidad sistemas de agua para comunidades que llevan siglos sin tener acceso al agua en sus viviendas.
También fui testigo recientemente de la organización de varias comunidades agrícolas que se unieron en defensa del agua en una presa que pretendía ser vaciada por la autoridad federal, hombres y mujeres, fueron capaces de enfrentar al ejército y a la guardia nacional para evitar que se llevaran el agua que les es necesaria para su subsistencia.
Frente a la emergencia de muchas familias que quedaron sin trabajo por la pandemia, vi a laicos organizarse en las diócesis junto con empresas para llevar alimentos a quienes no tienen, a empresarios llevando equipo de protección a médicos y enfermeros en hospitales, fundando bancos de alimentos, y a autoridades de gobierno coordinándose con empresarios y organismos de la sociedad para generar mecanismos de apoyo al empleo.
En todos estos casos el aislamiento, el miedo y la incertidumbre pudieron paralizar a la gente, sin embargo, la solidaridad y un objetivo común los llevó a construir alternativas de solución a problemas concretos, quizá sin darse cuenta empezó un proceso colectivo de construir sueños juntos.
En momentos en que la pandemia nos obliga a convivir más con la familia, podemos compartir nuestros sueños; la necesidad de reducir nuestras interacciones presenciales nos lleva a tener interacciones virtuales más cercanas, y de esta manera el alcance de nuestra solidaridad no está limitado por el territorio, hay que atrevernos a soñar juntos para construir nuevas realidades.
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