Existen documentos tan importantes que son capaces de marcar la historia, tal es el caso del documento firmado entre el gran imán Al-Azhar Ahmad Al-Tayyebcon y el Papa Francisco.
Hay textos que por su importancia se convierten en parteaguas históricos, considero que el documento firmado conjuntamente por el gran imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyebcon y por el Papa Francisco hoy, es uno de estos.
El Papa inició su viaje apostólico a los Emiratos Árabes Unidos pidiendo en Twitter que rezáramos por él, y escribió: “Me dirijo a este país como hermano para que escribamos juntos una página de diálogo y juntos recorramos senderos de paz”. Fue una manera de expresar el espíritu que lo anima; al mismo tiempo viajó el gran imán desde Egipto para encontrarse con él en Abu Dabi.
El documento inicia en el nombre de Dios, del alma humana, de los pobres, de los huérfanos y exiliados, de los pueblos que han perdido la paz, de la fraternidad humana, de la libertad, de la justicia y la misericordia, de todas las personas de buena voluntad. “Al-Azhar al-Sharif –con los musulmanes de Oriente y Occidente–, junto a la Iglesia Católica –con los católicos de Oriente y Occidente–, declaran asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio.”
El documento presenta un diagnóstico de la realidad contemporánea y “cree firmemente que entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes”.
El texto después plantea entre sus propuestas: reconocer y proteger la familia “como núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad”, reavivar el sentido religioso y “proteger el don de la vida desde su inicio hasta su muerte natural.” Y lanza una condena a la instrumentalización de la religión para promover el odio y los conflictos, “declaramos –firmemente– que las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre”.
En un mundo donde no pocas veces se insiste en que la religión es fuente de conflictos en lugar de constructora de paz se vuelve particularmente importante esta declaración conjunta de los líderes religiosos.
Posteriormente el texto declara que “las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz”; que la libertad religiosa es un derecho universal; y que “la justicia basada en la misericordia es el camino para lograr una vida digna a la que todo ser humano tiene derecho”.
Invita al diálogo como herramienta para promover la tolerancia y los valores que eviten conflictos, hace un llamado a respetar los lugares de culto de cualquier religión y declara que el terrorismo “debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones”.
Invita a instaurar en la sociedad el concepto de “plena ciudadanía y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e inferior; prepara el terreno para la hostilidad y la discordia y quita los logros y los derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos al discriminarlos”.
Después de un llamado a la protección de los derechos de las mujeres, los niños, los ancianos y los oprimidos, los firmantes se comprometen a llevar el documento a las autoridades y líderes de todo tipo en el mundo para su difusión y discusión, invitan a que se estudie y discuta en las universidades “para que se ayude a crear nuevas generaciones que traigan el bien y la paz, y defiendan en todas partes los derechos de los oprimidos y de los últimos”.
Finalmente, el líder musulmán y el papa desean que “esta Declaración sea una invitación a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes, incluso entre creyentes y no creyentes, y entre todas las personas de buena voluntad; sea un llamamiento a toda conciencia viva que repudia la violencia aberrante y el extremismo ciego; llamamiento a quien ama los valores de la tolerancia y la fraternidad, promovidos y alentados por las religiones; sea un testimonio de la grandeza de la fe en Dios que une los corazones divididos y eleva el espíritu humano; sea un símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur y entre todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre nosotros y para vivir como hermanos que se aman”.
Los invito a leer con calma y difundir el texto completo como una herramienta para promover la “fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”.
Te puede interesar: 30 años de Christifideles Laici