Hace algunos años el nadador Mark Spitz logró 9 medallas de oro y para su generación era el atleta insuperable; hoy casi nadie lo recuerda, y menos frente a las 23 medallas de oro ganadas por Michael Phelps en natación olímpica. Por años, la figura indiscutible del futbol soccer fue “el rey” Pelé (y sigue siendo por mucho el que más títulos y goles ha logrado); sin embargo, en otra generación Diego Armando Maradona se convirtió en la figura mundial, como hoy lo es Lionel Messi. Cada quien tuvo un contexto histórico y unas reglas de competencia distintas, pero lo que todos tuvieron en común es que destacaron dando lo mejor de sí en su tiempo.
A principios del siglo XX muchos pensaron que los estados totalitarios eran una buena opción para dar servicios y hacer progresar a la gente. De esta manera se fortalecieron países en crisis económica y social como Italia, Alemania, Rusia o Japón. Sin embargo, la tragedia de la II Guerra Mundial, y los holocaustos nazi y soviético, llevaron a muchos actores políticos a reaccionar y crear la Organización de las Naciones Unidas, la Carta Internacional de los Derechos Humanos, y los cimientos de la Unión Europea. Así la humanidad ha tenido momentos históricos de guerra y paz de acuerdo a las decisiones de sus habitantes en cada época.
Hoy existen problemas globales y locales que retan de diversas maneras a la generación actual, personas de distintas edades que viven un momento histórico particular, y que pueden actuar o dejar pasar las circunstancias que les toca vivir para empeorarlas o mejorarlas. También considero que cada grupo de edad en cada generación actúa con mentalidades, habilidades y herramientas diferentes, que inciden en los demás y construyen los resultados de cada época.
Quiero aprovechar este espacio durante algunas semanas para compartir reflexiones sobre distintos temas que considero retos a afrontar por nuestra generación: La corrupción, la subordinación de la política a la economía, la reconfiguración de contenidos conceptuales, la crisis ambiental, los múltiples conflictos o “la guerra mundial en partes”, la movilidad humana, la xenofobia y la discriminación, las nuevas formas del poder, las redes sociales y la comunicación, por mencionar los más significativos.
Es imposible ignorar la velocidad con la que los cambios de “humor social” se presentan en la actualidad, con manifestaciones que a veces sólo existen en el mundo virtual, pero que en ocasiones también se presentan en el mundo real, con impactos políticos que llevan a cambios institucionales o de liderazgo que antes se consideraban poco probables, por ejemplo, el triunfo de Trump en Estados Unidos, o del Brexit en el Reino Unido.
Para decirlo rápido, una de las características que distingue a esta generación es la velocidad de los cambios; siempre los ha habido, pero hoy se perciben más frecuentes y con mayor velocidad, por lo que esta “sociedad líquida” está marcada especialmente por la incertidumbre que provoca a veces angustia y miedo, y otras veces indiferencia y comportamientos erráticos.
El Papa Francisco hablando a una comunidad que sufrió un terremoto y que trabajó con solidaridad en la reconstrucción, dijo: “Hay quien se deja encerrar en la tristeza y quien se abre a la esperanza. Hay quien se queda atrapado entre los problemas de la vida y quien, como vosotros, con la ayuda de Dios, levanta los problemas y reconstruye con paciente esperanza”.
Éste es el tiempo que nos toca vivir y en el que estamos llamados a dar lo mejor de nosotros para transformarlo, por lo que es importante tratar de entenderlo y actuar en consecuencia. Hago estas reflexiones en dialogo con hombres y mujeres de distintas edades de esta generación, e invito a quienes tengan la paciencia de leer, me acompañen con la conversación en este camino.
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