El dinero público debe usarse para fortalecer la educación, los servicios básicos y la salud para toda la población, especialmente para quienes no los tienen y que menos los tendrán con apoyos individuales y atomizados.
Un par de amigas dedican los sábados a ayudar a los demás, no tienen claro cómo ni a quién, ya que para empezar no tienen dinero, simplemente salen ese día a ver quién necesita un servicio o ser escuchado, a veces les gustaría tener dinero para ayudar más, sin embargo, saben que, si lo tuvieran, lo usarían y nuevamente quedarían sin dinero, así que mejor se contentan con acogerse a la providencia de Dios que no las deja en sus correrías semanales por la ciudad.
Caminando por un estacionamiento encontré en el piso un billete de quinientos pesos que aplastado se confundía con el pavimento, lo recogí y esperé que quien lo hubiera perdido no lo necesitara en ese momento. Luego contemplé los distintos usos que podría darle al dinero, y también reflexioné sobre la dignidad de las personas usando ese billete maltrecho como metáfora.
Para alguna gente esa cantidad de dinero quizá no le significa gran cosa, pero según el Inegi para más del 70% de la población en México esa cantidad representa uno o hasta tres días completos de su salario, y para quienes literalmente viven al día o no encuentran empleo, esa cantidad representa tanto dinero que pudiera alcanzar hasta para un dulce para los hijos que casi nunca cuentan ni siquiera con lo necesario.
¿Qué hacer con el dinero? Se puede gastar o desperdiciar; también es posible entregarlo a una persona con necesidad o a alguna obra de beneficio social; quizá multiplicar su beneficio de alguna manera. Tantas cosas que se pueden hacer con dinero, o ninguna, porque hay quienes solo quieren acumular.
Sin embargo, el billete como metáfora capturó mi atención mientras seguía caminando. Ese papel que parecía basura en el pavimento, aplastado, doblado hasta hacerlo irreconocible y que hacía difícil que nadie volteara a verlo, parecía la imagen de muchas personas que se vuelven irreconocibles, que son tratadas como basura, aplastadas física o moralmente, e ignoradas con indiferencia.
El billete una vez que lo extendí en mis manos se mostró como cualquier otro, quizá un poco sucio y lastimado, pero sin perder absolutamente nada de su valor; y así es también con las personas que viven algún tipo de marginación, cuando alguien les extiende una mano, es muy fácil reconocer su valor intrínseco; la suciedad o las heridas físicas o espirituales no disminuyen o acaban con su dignidad.
La buena política es una tarea que posibilita las mayores obras de amor y servicio, las campañas electorales coinciden este año con los cincuenta días del tiempo pascual, por lo que para los cristianos, católicos y de otras denominaciones, representa una oportunidad de involucrarse en el apoyo a opciones que respeten la dignidad de las personas, que no se aprovechen de sus limitaciones económicas o de salud para condicionar apoyos gubernamentales, ni comprar votos.
El dinero público debe usarse para fortalecer la educación, los servicios básicos y la salud para toda la población, especialmente para quienes no los tienen y que menos los tendrán con apoyos individuales y atomizados. Dar dinero a la gente en emergencia o a personas vulnerables debe ser una solución temporal; entregar dinero a la gente permanentemente en lugar de servicios públicos u opciones de empleo, sobre todo a los jóvenes, atenta contra su dignidad y contra los procesos de bien común en la sociedad.
Que todos los seres humanos tengamos la misma dignidad (hijos del mismo Padre) nos ayuda a entender la entrega y el servicio al otro como el “billete” más preciado. ¿Cuánto vale tu dignidad? ¿La del pobre? ¿La del no nacido? ¿Qué tanto vale tu trabajo, tu disposición, tus gestos amables, tu solidaridad? ¡Tanto qué hacer con los “billetes” que recibimos cada día!
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