Las autoridades tienen responsabilidades de coordinación y actuación que los obliga a tomar medidas de información, prevención, detección y atención de los casos.
La propagación mundial de la nueva enfermedad (pandemia) de Coronavirus (COVID-19) que fue reconocida por la Organización Mundial de la Salud la semana pasada, plantea muchos retos para los gobiernos, las sociedades y los individuos en todos los países.
Los riesgos para cada sociedad aumentan cuando un peligro inminente (en este caso el contagio de Coronavirus) se multiplica por existir mayor vulnerabilidad (edad de los afectados, malos servicios médicos, actividades masivas que propician el contagio, malas decisiones de la autoridad, etcétera), la única manera de reducir el riesgo es reducir las vulnerabilidades, por ello hay que proteger a los más débiles, prevenir la propagación de la enfermedad y habilitar las capacidades de respuesta.
Las autoridades tienen responsabilidades de coordinación y actuación que los obliga a tomar medidas de información, prevención, detección y atención de los casos. Dependiendo de la fase en que se encuentre la afectación en cada país las medidas serán distintas. En países como China, Corea del Sur, Irán, Italia la atención de emergencia es la prioridad, así como las medidas de aislamiento para prevenir mayores afectaciones.
En otros países donde apenas se están presentando infecciones y decesos como en Europa o Estados Unidos, las medidas de aislamiento e higiene aún pueden evitar mayores fatalidades y sobre saturación de los servicios médicos. Y finalmente, hay países como México, donde lo que urge es la prevención de todo tipo para reducir el contagio y poder mantener la capacidad de atención una vez que la enfermedad se propague.
La sociedad también puede participar activamente tomando decisiones y favoreciendo iniciativas que ayuden a la prevención, por ejemplo, empresas con políticas de trabajo desde casa, suspensión de eventos públicos de entretenimiento, o las Iglesias tomando medidas de prevención para evitar aglomeraciones o contactos que podrían favorecer el contagio.
En ocasiones también la sociedad debe actuar subsidiariamente cuando las autoridades han sido rebasadas, o cuando por negligencia o irresponsabilidad no han tomado las medidas adecuadas. Lamentablemente parece ser este el caso de autoridades que no predican con el ejemplo las medidas de distancia social, exponiendo a la gente en eventos públicos masivos; o más grave si no se hacen las pruebas médicas y seguimiento detallado que requiere una pandemia.
Los individuos también debemos de actuar responsablemente atendiendo las medidas de prevención, educando a los demás y desarrollando prácticas y actitudes que permitan contener la propagación del virus, así como plantear soluciones desde nuestras distintas actividades, ya sea en el gobierno, en el trabajo, en los grupos sociales o en nuestras familias.
Hay algunas actividades que se vuelven estratégicas en situaciones como esta, las funciones sanitarias, en clínicas y hospitales deben mantenerse al 100 por ciento, por lo mismo hay que proteger a los profesionales de la salud y a sus instalaciones; también los servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento son críticos dada la importancia de la higiene y disponibilidad de agua durante toda la contingencia. La lógica que debe predominar es la reducción del riesgo.
Las medidas de aislamiento preventivo que nos mantienen en casa brindan una oportunidad inmejorable para la convivencia familiar, la reflexión y la oración; también la tecnología actual permite que muchas actividades laborales y académicas se puedan efectuar de manera remota. Las crisis generan procesos de adaptación, busquemos que esta sea de mayor fortalecimiento interior y solidaridad con los demás.
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