Cristianismo cotidiano y concreto

El fin de la política es la construcción del bien común, lo que implica construir condiciones para que todos nos podamos desarrollar mejor en paz, con justicia y libertad. Sin embargo, difícilmente se pueden lograr estas condiciones si no es a través de bienes concretos a personas concretas cada día.



Este tema, junto con muchos otros que vale la pena leer, es abordado desde la perspectiva cristiana por el Papa Francisco en una entrevista exclusiva para un periódico español.

Dice el Papa en la entrevista que se publicó ayer en El País: “El cristianismo, o es concreto o no es cristianismo”. Y recuerda cómo la primera herejía recién muerto Jesucristo fue el gnosticismo que rechazaba lo concreto, “la religiosidad de spray, de lo no concreto. Sí, yo, sí, la espiritualidad, la ley… pero todo spray”.

Hoy, el individualismo de nuestra época y el potencial de conexión virtual, nos da al mismo tiempo la posibilidad de desconectarnos de la realidad, de lo concreto, de los demás.

“Una familia que está cenando y no hablan, o miran la televisión o los chicos están con su teléfono mandando mensajes a otros que están fuera. Cuando la comunicación pierde lo carnal, lo humano, y se vuelve líquida, es peligrosa. Que se comunique en familia, y se comunique la gente, y también de la otra manera; es muy importante. El mundo virtual de comunicación es riquísimo, pero corres el riesgo si no vives una comunicación humana, normal, ¡de tocar! Lo concreto de la comunicación es lo que va a hacer que lo virtual de la comunicación vaya por buen camino”.

El Papa afirma que los verdaderos protagonistas de la historia de la Iglesia son los santos, “hombres y mujeres que se quemaron la vida para que el Evangelio fuera concreto”. Los mejores portadores del Evangelio son los santos. “¡Los santos son los concretos del Evangelio en la vida diaria!” Y curiosamente, en esta época que exalta lo espectacular o extraordinario, desdeñamos las cosas cotidianas y concretas que muchas veces son las que hacen la diferencia de amor, ternura y servicio a los demás.

La insistencia del mensaje evangélico a través de la familia no debería sorprendernos. Cristo viene al mundo en una familia pobre, luego, el precursor Juan el bautista es su primo, hijo de santa Isabel, los primeros cuatro discípulos a los que llama a “pescar hombres” son Pedro y Andrés que estaban en la barca con su papá, y luego llama a los hermanos Santiago y Juan, que también estaban trabajando arreglando las redes con su padre, la insistencia de los entornos familiares cotidianos en la vida de Cristo es innegable.

“Yo estoy hablando continuamente de los padres de familia, de los abuelos, los enfermeros, las enfermeras, la gente que vive para los demás, que cría a los hijos, que trabaja… ¡La santidad de esa gente es enorme! Y es también la que lleva adelante la Iglesia: la gente que vive de su trabajo con dignidad, que cría a sus hijos, que entierra a sus muertos, que cuida a los abuelos, que no los encierra en un geriátrico, esa es nuestra santa clase media”.

La santa Madre Teresa de Calcuta lo expresaba con claridad “Si quieres cambiar el mundo, ve a casa y ama a tu familia”. El Papa describe a la “clase media de la santidad” usando la expresión del autor Joseph Malègue: “El papá, la mamá que celebran su familia, con sus pecados y sus virtudes, el abuelo y la abuela. La familia. En el centro”.

Difícilmente podremos encontrar algo más concreto y cotidiano que la familia, y es aquí donde se juega el destino de la humanidad, y para los cristianos, el espacio donde se vive o no el cristianismo. Es el lugar donde se pueden aprender cosas que se manifiesten después en el trabajo, en la política y en las relaciones con otras personas para construir el bien común.

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