Esta semana el Papa Francisco dirigió un videomensaje para “el Encuentro de laicos católicos que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos de América Latina” en Colombia. Fueron invitados dirigentes de varios países para dialogar con Cardenales y Obispos de la región, buscando alternativas pastorales y respuestas a los problemas actuales.
En México se está iniciando un proceso electoral inédito y lleno de incertidumbre, en este contexto “¡cómo no observar el descrédito popular que están sufriendo todas las instancias políticas, la crisis de los partidos políticos, la ausencia de debates políticos de altura que apunten a proyectos y estrategias nacionales…!”
Uno de los temas centrales que se abordaron en el encuentro, es el papel de los cristianos en la política: “¿cómo es posible que los católicos aparezcan más bien irrelevantes en la escena política, incluso asimilados a una lógica mundana?” ya desde la reunión de la CELAM en Aparecida, Brasil, el Papa Benedicto XVI señaló “la notable ausencia en el ámbito político […] de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas.”
De tal manera que en esta coyuntura histórica es fundamental que los católicos y los demás cristianos reflexionemos sobre el verdadero sentido de la política “como servicio inestimable de entrega para la consecución del bien común de la sociedad.”
En ocasiones la falta de participación conlleva una grave omisión que termina afectando a toda la sociedad, la crisis de confianza en los líderes políticos solo puede ser superada si exigimos que se atiendan las prioridades, en lugar de aceptar las propuestas de los políticos, que muchas veces solo buscan ganar la elección y no resolver los problemas de fondo.
La participación en la política y el ejercicio del poder son un servicio virtuoso que “requiere constancia, empeño e inteligencia” para lograr el bien común, “sin el cual los derechos y las más nobles aspiraciones de las personas, de las familias y de los grupos intermedios en general no podrían realizarse cabalmente,” ya que “todo poder que no esté ordenado al servicio se degenera.”
El Papa hace una autocrítica “muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el así llamado “laico comprometido” es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; y cómo se compromete como cristiano en la vida pública.”
Desde nuestras diversas responsabilidades y grupos, los cristianos podemos proponer, exigir y trabajar para que se respete la vida y la familia, que se dé prioridad a la educación, al desarrollo y al trabajo para los marginados, que se combata la corrupción e impunidad en todos los ámbitos, empezando por las instituciones que hoy no procuran justicia y paz, y al contrario, permiten que crezca la inseguridad y la violencia.
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