Hagámonos esta pregunta: ¿En dónde quedó la mujer?… dentro de este mundo actual, en donde hace algunos años fueron introducidas corrientes ideológicas a partir del feminismo, que derivó en una educación hedonista, libertinaje y finalmente en la revolución sexual, movimiento basado en una historia de opresión sexista que deriva en la liberación de la propia naturaleza femenina y de la moral.
Nos preguntamos si hubo razón, si esto es motivo para el abandono familiar, si realmente la mujer ha triunfado en su deseada igualdad con el varón, o solamente son ideas que destruyen y consumen la bondad y el crecimiento de la riqueza que significa el hogar, y de la mujer como centro y motor de la vida hogareña familiar.
Tratamos de aclarar si la mujer entiende que sigue siendo el cimiento de la familia aún dentro de los cambios que se introducen en la sociedad actual, si la mujer ha ganado o perdido espacios o como describe la socióloga alemana G. Kuby, estas corrientes han producido la “destrucción de la libertad, en nombre de la libertad”.
A partir del feminismo que deriva en revolución sexual, habrá que adentrarse en cómo esta liberación ha producido la crisis de la familia y se ha transformado en corrientes ideológicas pos-modernas que buscan un nuevo concepto de sexualidad con pretexto de la ‘igualdad’ y tienden a la llamada “libertad enloquecida”, llegando hasta ámbitos internacionales para demandar “derechos” contra la vida y la familia.
Carlo Cafarra la describe como “la obra de la libertad enloquecida” que termina en grandes mentiras dentro del rubro de “derechos”, separando los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), en otros derechos particulares no consensuados como los llamados “derechos de la mujer”, los “derechos sexuales”, “los derechos reproductivos” que se precipitan hacia una forma desnaturalizada de emancipación concentrada en el concepto de “género”.
La confusión anti-natura llega hasta ámbitos internacionales, lo cual causa impacto mundial en políticas de familia y presión económica a países del Tercer Mundo por países desarrollados, para que cambien sus valores familiares y den cabida a una re-educación para abrir la posibilidad a la cultura de la muerte y la introducción de una nueva educación llamada “educación sexual integral” (comprehensive sexuality education, CSE) que contiene como objetivo el cambio social, transformando las normas naturales sexuales para exigir a la juventud a demandar “derechos sexuales”.
Los programas de este tipo de educación promueven la aceptación de diversas identidades sexuales y orientaciones y fomentan el combate a la “homofobia” y el “heterosexismo”. Esta nueva forma de educación es contraria a la familia y sin embargo, ya está siendo introducida en países subdesarrollados como el nuestro bajo expresiones difundidas como “equidad e igualdad de género”.
Estas propuestas no están dirigidas al individuo, sino a la masificación. Una vez que entra un término confuso, no explicado ni explicable, puede manejarse al antojo por poderes exteriores, de tal manera que el individuo es reemplazado sólo por su función.
La DUDH establece que la familia es el núcleo de la sociedad y necesita una reglamentación y protección para subsistir. Con todas las agresiones hacia los niños por los medios de comunicación social, internet, el abandono del hogar por ambos padres y la educación sexual obligatoria en el medio escolar, es difícil para la niñez convertirse en adultos maduros, es decir, en grado de asumir la responsabilidad de ser madres y padres en el hogar y llegar a ser una familia ‘intacta’.
¿En dónde quedó la autenticidad de la mujer? ¿Y la familia?
Hay un enfrentamiento entre el hecho de definir, si es necesario superar la ciudadanía restringida para lograr una ciudadanía activa y plena, y si se está poniendo como meta el modelo masculino, o si lo que desea la mujer actual es una propuesta más flexible capaz de incorporar las múltiples dimensiones y derechos que las mujeres -y otros sectores- han conquistado, construido y ampliado en las últimas décadas.
Necesitamos mujeres fuertes en el hogar, quienes defiendan a su familia y den apoyo a sus hijos y esposos para que la familia continúe siendo el tabique constructor de la sociedad. Necesitamos mujeres fuertes en el trabajo fuera de casa. Necesitamos que gobierno y empresa den prioridad a la necesidad de otorgar facilidades para un mejor equilibrio de la dicotomía público / privado y para que la mujer pueda desarrollarse como líder, influir y formar valores en donde quiera que se encuentre.
Necesitamos fuerza para valorar las diferencias entre hombres y mujeres, en lugar de que la mujer estreche su camino y demande ser igual al varón, siendo que, por naturaleza, simplemente no existe esa posibilidad.
Ser fuerte para la mujer, no significa ser más como hombre o tener cualidades masculinas. El amor natural, el cuidado, la compasión, la ternura que están contenidas en el ser de la mujer, son talentos y ventajas que permiten un alto grado de entendimiento, crecimiento y desarrollo en cada situación.
La crisis de identidad de la mujer ha llevado a la crisis de la familia, se ha perdido la visión de la secuencia: hombre – mujer – complementariedad. Pero la mujer puede ser fuerza para el cambio positivo desarrollando sus cualidades puramente femeninas y así lograr fuerza y multiplicación de campos de acción para bien de la familia, en los ambientes de trabajo y en la sociedad.
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