Hoy existe un movimiento global que comprende una nueva justicia social y movimientos de identidad política que conforman una nueva realidad.
El ser humano siempre ha optado por una búsqueda de la verdad, y muchas veces, de la Verdad (con mayúscula).
Sin embargo, hoy existe un movimiento global que comprende una nueva justicia social y movimientos de identidad política que conforman una nueva realidad. Un grupo élite de liderazgo secular con ningún interés en tradiciones o culturas está a cargo de corporaciones, gobiernos, universidades, de los medios y en instituciones profesionales que desean establecer lo que puede llamarse una civilización global construida en una economía de consumo y guiada por la ciencia, tecnología, valores humanitarios e ideas tecnocráticas sobre la organización de la sociedad. En este punto de vista mundial de élite, no hay sistemas de creencias pasadas de moda, de bases bioéticas ni de religiones.
Algunas de estas corrientes innovadoras son llamadas “cancel culture” (cultura de la cancelación) y “political correctness” (corrección política) cuyo significado en el fondo es cancelar o corregir las bases cristianas sobre la vida y la persona humana como el matrimonio, la familia y más.
Los nuevos movimientos sociales basados en un sistema de creencias políticas o de identidad personal son llamados de distintas maneras, ya sea “justicia social,” “wokeness” (despertar), “política de identidad,” “interseccionalidad,” “ideología del sucesor”… que intentan explicar los eventos y condiciones de este mundo, ofrecen un sentido o sentimiento de pertenencia a una comunidad, un propósito de vivir.
La cultura “woke” habla de una ‘salvación’ que, de acuerdo con información en general, consiste en lo siguiente: … no podemos saber de dónde venimos, pero sabemos que tenemos intereses en común con aquellos que comparten nuestro color de piel o nuestra posición en sociedad. También dolorosamente sabemos que nuestro grupo está sufriendo y es aislado sin que nosotros tengamos la culpa. La causa de nuestra infelicidad es que somos víctimas de la opresión por otros grupos de nuestra sociedad. Pero somos liberados y encontramos redención a través de nuestra constante lucha contra nuestros opresores al llevar a cabo una batalla por el poder político y cultural a nombre de crear una sociedad de equidad.
De esta manera, el mundo es visto como una división entre inocentes, victimas, aliados y adversarios. Responde ante necesidades y sufrimiento, ante discriminación y exclusión de oportunidades en sociedad, pero logran nuevas formas de división social, discriminación, intolerancia e injusticia. El problema es que se reduce lo que significa ser humano a cualidades esencialmente físicas como el color de piel, sexo, nociones de género, antecedentes étnicos o posición social.
El afamado profesor psicólogo Jordan Peterson, que renunció recientemente a su cátedra en la Universidad de Toronto, puntualizó en una página de opinión en el National Post(1): “La desastrosa ideología de la Diversidad, Inclusión y Equidad está demoliendo la educación y los negocios.” Las letras DIE, hoy escuchadas en salones de clase de EEUU se han convertido en la trinidad del ‘wokeness’(despertar)…. “Ahora estamos en el punto en que la raza, la etnicidad, el género o la preferencia sexual es primero y es aceptada con la característica fundamental que define a cada persona; y segundo, ahora es tratada como la clasificación de estudio, de investigación y empleo más importante.”
La expresión “Great Awokening” (“Gran Despertar”) en el inglés de los afroamericanos alude a la toma de conciencia por parte de una izquierda con buen nivel económico y educativo de la injusticia de un sistema que oprime a los negros y otras minorías raciales en EEUU. En el vocabulario de los activistas woke destacan algunos términos que van ganando en la opinión pública.
A similitud del marxismo, la ideología woke ha cambiado la lucha de clases por la lucha de identidades. Su objetivo es la transformación de la cultura y de la sociedad a la medida de los postulados de “black lives matter” (las vidas de negros importan), que incluyen la visión del mundo de la revolución sexual.
Se quiere desmantelar a la civilización occidental en la que ven un sistema opresivo, Para lograrlo, algunos creen que está justificado “cancelar,” boicotear o avergonzar a quienes discrepan de los miembros de unos grupos a los que brindan una protección especial. Esto ha dado lugar al nacimiento de la “cultura de la cancelación” (cancel culture).
En un artículo de la revista The Public Discourse, A. Mohler(2) explica que: “A diferencia de los derechos civiles de los negros de los años 60 que buscaban la corrección de la conciencia y de la cultura americanas en espíritu constructivo, los activistas ‘woke’ quieren desmantelar la civilización occidental en la que ven la fuente de un sistema opresivo… La “interseccionalidad” a su vez, es la noción que permite combatir el racismo, el sexismo, la homofobia y el capitalismo.”
Las confrontaciones ideológicas tienen a menudo repercusiones, en algunas ocasiones se convierte en la nueva “religión,” los ‘villanos’ pueden ser blancos, varones, cristianos, heterosexuales, personas que se identifican con su sexo, etc. Todo esto ha conducido a la falta de significado en la vida de las personas.
El académico de la Universidad de Navarra, Profesor Rafael Alvira(3) explica que existe una relación estrecha entre principios antropológicos de la democracia moderna con otros movimientos: “…por tanto, género, feminismo, woke y transhumanismo -que nos permite superar incluso la muerte-, responden de forma lógica a las coordenadas de la modernidad democrática.”
Como ejemplo, el feminismo comenzó abriendo las posibilidades de profesiones para las mujeres, pero allí no se detuvo, continuó hacia terrenos en que las diferencias sexuales no hacen la diferencia como en política, medicina y las artes. Esto fue un paso más a tratar de convertir a las mujeres y varones en creaturas andróginas cuyos roles deberían ser similares y cuyas emociones y acciones son idénticas. La sociedad occidental asigna enormes recursos para intentar hacer a varones y mujeres iguales. Ya se ha dicho incluso que existe un proyecto andrógino que intenta hacer a los varones socialmente más como mujeres: contrario al riesgo, cauteloso y sociable; y a las mujeres impulsándolas sexualmente hacia una promiscuidad agresiva: centradas en sí mismas y libres de emociones. Con todo, lo que estos movimientos no arreglaron y siguen sin arreglar del todo, es el choque con la Naturaleza, y por tanto, con la religión(3).
El académico profesor Rafael Alvira reflexiona en que: “Asistimos a un espectáculo de la democracia moderna que, en su delirio de una libertad absoluta, nunca pudo soñar en llegar a las cotas que el desarrollo tecnológico le ha hecho posible. Congelar un feto en espera de volverlo a implantar cuando la madre ya se ha jubilado de su empleo, tener espermas en oferta para que la criatura sea sólo de la madre, querer ser mujer siendo hombre o viceversa, o hermafrodita, y todo esto a la carta, muy amplia, por cierto.”
En este ‘choque con la Naturaleza’ o más bien, “contra” la Naturaleza, el diagnóstico de un menor, adolescente o adulto con “disforia de género” es cada vez más frecuente. Durante décadas los psicólogos trataron la disforia con la llamada “watchful waiting” (espera vigilada), método psicoterapéutico que busca encontrar la fuente de la disforia de género de un menor, aminorar su intensidad y finalmente ayudar al menor a crecer más cómodo en su propio cuerpo.
Ya que casi siete de diez menores inicialmente diagnosticados con disforia de género eventualmente la dejaban atrás –aunque muchos continuaban al lesbianismo o adultos ‘gay’- convencionalmente se sostenía que, con un poco de paciencia, la mayoría de los menores llegarían a aceptar sus cuerpos.
Pero durante la última década, la espera vigilada fue suplantada por “affirmative care” (cuidado afirmativo) el cual asume que los niños y niñas sí saben lo que es mejor para ellos. Quienes proponen esta teoría instan a los médicos a corroborar la creencia de sus pacientes de que están atrapados en el cuerpo equivocado. La familia es presionada para ayudar en la ‘transición’ del menor a una nueva identidad de género –muchas veces son aconsejados por médicos y/o activistas que, si no lo hacen, su hijo(a) puede eventualmente cometer suicidio. De aquí en adelante, las presiones son hacia los padres para que comiencen con pasos concretos para ayudar al hijo(a) en su camino hacia la ‘transición al cuerpo correcto.’ Esto incluye bloqueadores de pubertad como paso preliminar, después hormonas del sexo opuesto y finalmente la cirugía de cambio de género.
Lo que es notable, es la mistificación de todo lo que hay que hacer por completo con respecto a la tendencia en aumento de los adolescentes hacia la transición, la negación de los importantes pasos que dicha transición presenta, los obstáculos que hay que son puestos para quienes, muchos al cabo del tiempo se dan cuenta de que sus cuerpos no eran erróneos de ninguna manera y desean volver atrás en lo que es llamado ‘detransition’ (regreso al propio sexo).’
La autora Abigail Shrier(4) afirma que existe un concepto distorsionado y falso del fenómeno transgénero en los muy jóvenes. Agrega que, durante casi una década, la vanguardia del movimiento de derechos transgénero ha estado definiendo los límites de la nueva ortodoxia que rodea el cuidado médico: lo que es verdad, lo que es falso, qué preguntas deben y no deben hacerse, todo según dicte este movimiento.
Por su parte, el sociólogo canadiense Mathieu Bock Coté(5) declara que hay un claro vínculo entre la ideología de género y este pensamiento racial: “Si somos capaces de convencer a una población de que el hombre y la mujer no existen, entonces todo es posible, todo se puede decir, es como si llegáramos a decir que lo real es totalmente manipulable, que puede disolverse en cualquier ortodoxia ideológica. Estamos llegando a una forma de gran inversión ideológica: lo masculino y femenino se convierten en categorías ideológicas reaccionarias, y la fluidez del género se convierte en la nueva base antropológica de la identidad sexual. Así, la sociedad se convierte en un campo de reeducación ideológica”.
La realidad ha sido reconocida por profesionales de la salud, admitiendo que las terapias, especialmente hormonales y obviamente las quirúrgicas, aplicadas a menores de edad de 10 u 11 años en adelante, constituyen un riesgo y peligro, esto es tanto desde su integridad física, como para su bienestar psicológico. Los tratamientos físicos conducen a la pérdida de la fertilidad y los psicológicos pueden conducir al daño de sí mismos, así como hasta a un comportamiento suicida.
Finalmente, aunque queda mucho aún por decir, en resumen, llegamos a una pregunta;
¿Han perdido estos movimientos la verdad sobre la persona humana?
Ya que esto explicaría su extremismo, y su severa, inflexible e implacable aproximación a la política, cómo estos movimientos niegan a la persona humana sin importar lo bien intencionados que sean y no pueden promover la auténtica prosperidad humana. Por el contrario, como está siendo experimentado ya en varios países, provocan nuevas formas de división, discriminación, intolerancia e injusticia.
Referencias Bibliográficas:
1) Peterson, Jordan. Entrevista en National Post, “Why I am no longer tenured professor at the University of Toronto”, 19 enero, 2022.
2) Mohler, Albert. The Public Discourse. “Black Lives Matter: Affirm the Sentence, Not the Movement. 18 de junio, 2020.
3) Libro consulta: Mendoza Alexandry, Maria Norma. Visión Contemporánea de la Mujer. BioéticaWeb.
4) Shrier, Abigail. Autora: “Irreversible Damage: The Transgender Craze Seducing Our Daughters” 2020. Abigail Shrier, 2020 c/o Writers´ Representatives LLC, Nueva York
5) Bock Coté, Mathieu. https://famillechretienne.fr/36468/article/mathieu-bock-cote-la-france-doit-resister-a-la-cancel-culture
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