Los mexicanos poseemos una identidad, lástima que dentro de este concepto declaramos y creemos nosotros mismos, que el 53% de nuestra gente es corrupta.
Siendo mexicanos, tenemos ciertos rasgos que nos caracterizan o más bien, que nos aproximan. Nuestra llamada “identidad” nos une históricamente y hay algunos aspectos que ayudan a delinearla.
A partir del símbolo y metáfora, pasando por costumbres y modos de ser de nuestros antepasados autóctonos, hasta el acercamiento e imitación de todo lo norteamericano como el “art-naco” expresado en las paredes y muros de toda la Ciudad de México, los excesos de la moda combinada de pachuquismo y exhibicionismo, altares a la Guadalupana por todas partes, conjunción de fiestas de Muertos con “Halloween”; los Reyes Magos, Santa Claus…
El mexicano ha incorporado todo tipo de elementos a su persona y a su nación sin importar si los ha asimilado o no: Desde el cristianismo de España, hasta el fast food (comida rápida) de los norteamericanos y así como los mexicanos hemos sido tocados por todo, todo también ha sido tocado por nosotros y por tanto, ha sido modificado.
Tenemos por un lado el concepto de una realidad objetiva y concreta “allí afuera”; no hay duda de que ésta es importante y debemos reconocerla. Pero hay otro tipo de realidades que deben ser tomadas en cuenta, esto es, en referencia a la interacción de dos o más personas en una relación social o comunicativa: las actitudes de uno hacia el otro, las anticipaciones que uno tenga acerca del otro; esta realidad impersonal puede ser más importante en las relaciones humanas, que la relación externa.
Tradicionalmente, el mexicano ha hecho poco por controlar la realidad externa, en cambio, ha hecho de la imitación una aptitud, por ejemplo, imita la moda del estómago expuesto de las cantantes ‘pop’ o imita el estilo de los cantantes negros de música ‘rap’. En cambio, sorpresivamente, el mexicano presupone que la realidad interpersonal puede modificarse a voluntad; esta realidad es fluida porque –yo estoy en esta y soy capaz de modificarla. La implicación más importante de este presupuesto cultural –según la psicología- es que los seres humanos tienen en sus manos crear los aspectos más importantes de la realidad interpersonal.
¿Será posible que en las entrañas de nuestra identidad se encuentre la corrupción? De acuerdo con encuestas, este fenómeno va en aumento, todos estamos al tanto, todos lo conocemos.
El problema ciertamente radica en –si es sólo un problema social o si la corrupción ya forma parte de nuestra identidad.
Según diferentes estudios, el índice de corrupción en el gobierno (incluyendo cárceles, impartición de justicia, políticos, jueces, burócratas, policías) ha aumentado año con año. En Transparencia Mexicana apuntan que :
En el Índice de Percepción de la Corrupción 2017, la calificación de México empeoró por un punto, pasando de 30 a 29, en una escala que va de 0 a 100, donde 0 es el país peor evaluado en corrupción y 100 es el mejor evaluado en la materia.
Esto ubica al país en la posición número 135 de 180 países evaluados en materia anticorrupción. A nivel regional, México se encuentra entre las peores posiciones de América Latina y el Caribe, por debajo de Brasil, Argentina, y Colombia; y ocupando la misma posición que Honduras y Paraguay. Es además, junto a Rusia, el país peor evaluado del G20 y el peor evaluado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE).
Además, más del 80% de los encuestados cree que los políticos en general, los diputados y los policías son muy corruptos. Detrás de ellos, aparecen los senadores, los líderes sindicales y los jueces con más del 70%. Si entendemos que la corrupción significa deterioro, abuso, soborno, cohecho, depravación, perversión, decadencia, vicio, entonces estamos hablando de algo contrario al derecho
¿Será cierto que la colectividad tiene derecho ante sus componentes? Y ¿cuál es este derecho? El bien que corresponde a la colectividad y que sus componentes deben contribuir a obtener es el bien común colectivo. La finalidad es lo que cohesiona a la colectividad y en consecuencia, es aquello en cuya razón los individuos se unen. El bien común constituye el derecho de la colectividad ante sus componentes y correlativamente, la deuda de éstos ante ella. De allí que, lo debido por el individuo a la colectividad es su contribución al bien común.
En psicología se afirma que la satisfacción adecuada a las necesidades de la propia estima provoca sensación de confianza en sí mismo, pero si se bloquea, las personas mostrarán generalmente sentimientos de inferioridad, de inseguridad personal y debilidad. Esto provoca pesimismo básico y pueden aparecer tendencias francamente anormales para compensar la falta de estima propia válida, es decir, lo que no poseemos, lo pavoneamos, lo adquirimos independientemente de que no sea por el bien común y aunque no sea por medios claramente lícitos.
Los mexicanos poseemos una identidad, lástima que dentro de este concepto declaramos y creemos nosotros mismos, que el 53% de nuestra gente es corrupta. El mexicano valoriza altamente el dinero, pero no como tal, sino porque cree encontrar en él la solución de todos sus problemas, por tanto, si en su jerarquía de valores el dinero se encuentra antes que el de la justicia o de su deuda a la colectividad en su contribución al bien común, entonces hará uso de la corrupción para poder adquirir “lo que resuelva sus problemas”, olvidando que: El criterio de la justicia del individuo respecto de la colectividad, es el cumplimiento de las leyes.
Ya que los candidatos presidenciables aducen y prometen “terminar con la corrupción”, creo que podrían preguntarse si — al vicio de la corrupción aún no le corresponderá formar parte de nuestra identidad —.
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com