No nos cabe la menor duda de que Polonia es una nación marcada con los signos de la Cruz, del heroísmo y del martirio.
Tres elementos que se han fusionado de tal modo haciendo que Polonia sea uno de los pocos pueblos en los que se da unión entrañable entre religiosidad y patriotismo.
En Polonia un buen polaco es siempre un buen católico, lo cual a su vez equivale a decir que a un buen católico poco le cuesta transformarse en héroe.
Esta unión entre religiosidad y patriotismo ha marcado de tal manera aquel pueblo de héroes y de santos que, durante siglos, Polonia fue el escudo que protegía a Europa en el límite oriental en tanto que España hacía lo mismo en Occidente.
Una vez expuesto lo anterior, para nadie fue una sorpresa que el cardenal polaco Karol Wojtyla fuese elegido Papa en octubre de 1978.
Y, por supuesto, para nadie fue tampoco una sorpresa que San Juan Pablo II, el Papa que llegó desde un país lejano, se convirtiese en uno de los mejores pontífices que ha tenido la Iglesia Católica.
Dentro de ese ambiente en que religiosidad y patriotismo se funden en un estrecho abrazo, se explica perfectamente la obra del escritor polaco Henryk Sienkiewicz.
Dicho autor vivió y desarrolló su obra entre fines del siglo XIX y principios del XX ganando el Premio Nobel de Literatura en 1905.
Dentro de su vasta producción literaria, destaca la novela que le reportó fama universal, “Quo vadis?” que tuvo tal éxito que fue llevada al cine teniendo como protagonistas principales a Robert Taylor, Deborah Kerr y Peter Ustinov.
“Quo vadis?” es una novela cuya trama se desarrolla en el primer siglo de la era cristiana en medio de la furiosa persecución anticristiana decretada por Nerón.
“Quo vadis?”, el título de dicha novela, es la pregunta que, traducida del latín al castellano, significa “¿A dónde vas?” recordando la pregunta que le hizo San Pedro al Señor cuando lo vio venir cargando una cruz.
Cristo respondió: “A Roma, a ser crucificado de nuevo”. Pedro entendió el mensaje, renunció a la huida para ponerse a salvo y regresó a Roma en donde fue crucificado de cabeza.
Pues bien, en medio de ese ambiente de heroísmo y religiosidad se desarrolla una historia de amor en la cual un joven pagano decide hacerse cristiano porque su amada profesa la religión del Nazareno.
Persecuciones contra inermes cristianos que sin piedad son arrojados a las fieras dentro del Coliseo romano, actos tanto de nobleza como de profunda religiosidad, defensa de los ideales en los que se cree, sórdidas traiciones….
Ni duda cabe que el autor Henry Sienkiewicz se pinta de cuerpo entero en “Quo vadis?” puesto que –por lo que ya hemos dicho- esas conductas de heroísmo y santidad son el sello característico del pueblo polaco.
Quizás porque el autor era católico y polaco quiso reflejar sus creencias en una de las mejores obras de la Literatura Universal.
Una novela apasionante que fue llevada al cine hace más de siete décadas. Una novela que atrapa al lector desde el primer instante.
En estos tiempos de tanta frivolidad, conformismo y mediocridad en que la gente solamente busca tener para lograr poder y placer. Unos tiempos en que la gran mayoría vive por encima de sus posibilidades para vivir de apariencias, vale la pena darle un repaso a las obras clásicas de la Literatura Universal.
“Quo vadis?” es una obra que no solamente entretiene pues si tan solo entretuviese caería en el plano de una mediocre novela de aventuras.
Nada de eso. “Quo vadis?” es una obra que ilustra puesto que nos muestra cómo era la vida dentro de aquella sociedad decadente del Imperio Romano en la cual uno de sus emperadores, Calígula, había llegado al extremo de nombrar cónsul a su caballo.
Quien lea y medite a fondo la obra de este gran autor polaco entenderá sin problema alguno cómo fue posible que los cristianos lograsen influir en el medio ambiente, cambiasen la mentalidad de los poderosos para acabar culminando con la elaboración de un Derecho Romano cuya principal característica fue la Justicia impregnada por el amor.
Y ponemos punto final a este artículo citando unas frases de Sienkiewicz en las que presenta el momento en que –en medios de los gritos del populacho- se encuentran durante unos segundos Nerón y el Apóstol Pedro:
“… Y entonces descubrió al apóstol Pedro, de pie sobre el sillar de mármol. Aquellos dos hombres se contemplaron un momento, y entre aquella multitud inmensa nadie pudo adivinar que se hallaban frente a frente dos potestades supremas, de las cuales una estaba próxima a desvanecerse como una sangrienta pesadilla, mientras la otra, creciendo en las débiles manos de un viejo, se extendería poco a poco, hasta llenar el mundo entero, enseñoreándose de él hasta la consumación de los siglos” (Quo vadis? Ediciones Paulinas. Página 240)
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