En el sexenio de Luis Echeverría, existieron protestas y enfrentamientos sociales provocados por la soberbia de un megalómano que tenía todo el poder y que deseaba transformar a la niñez y a la juventud en un rebaño de borregos.
Con la cantidad de acontecimientos habidos durante las últimas semanas, corremos el riesgo de prestar poca atención a una amenaza que se cierne sobre todos nosotros.
Efectivamente, la sentencia del INE en contra de las candidaturas de Félix Salgado Macedonio y de Raúl Morón a las gubernaturas de Guerrero y Michoacán, respectivamente, las amenazas de ambos contra los consejeros del INE, la disposición de que se alargue dos años más el período de Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las protestas de intelectuales, juristas, opositores y periodistas en contra de dicha disposición, etc.
Todos estos acontecimientos que han venido precipitándose con la misma rapidez con que caen las aguas sobre una cascada, nos distraen de una nueva amenaza.
Con astucia, sigilo e incluso nocturnidad la Secretaría de Educación Pública (SEP) acaba de aprobar una disposición según la cual -en un par de semanas- será modificado el contenido de los libros de texto.
El hecho de que los textos se actualicen conforme a las necesidades del momento y según los nuevos descubrimientos científicos es algo que cualquier persona sensata debe de ver con simpatía.
Y es que el mundo cambió y si no nos adaptamos a los cambios acabaremos pagando las consecuencias del rezago.
Sin embargo, lo que en este caso hace que, con justa razón, se enciendan todas las alarmas es el temor de que dichos cambios no sean tanto para actualizar, sino más bien para ideologizar a las nuevas generaciones.
El hecho de que se haya anunciado la medida de la noche a la mañana -aprovechando que estamos distraídos por los acontecimientos políticos- así como el que los cambios se hagan al vapor da motivos más que suficientes para sospechar que dichos cambios se realizarán a tontas y a locas y sin la más elemental metodología.
Lo más conveniente sería que dichos cambios se hicieran con el tiempo suficiente para que expertos en diversos temas pudiesen aportar sus conocimientos.
Y también sería enriquecedor que científicos de diversas tendencias ideológicas entablasen un diálogo que, si es llevado a cabo con prudencia, resultaría enriquecedor.
Lamentablemente, las cosas habrán de ocurrir de modo muy diferente: En unos cuantos días una serie de sujetos, de quienes ignoramos si tienen o no alguna preparación académica, serán quienes elaboren los contenidos a su gusto y sin escuchar otra opinión que la que les marca el jefe de jefes.
Tal y como se están presentando las cosas, todo hace suponer que ya los cambios se habían hecho con bastante anticipación.
Unos cambios que han redactado los ideólogos del régimen a petición de ya sabemos quién.
Y es que resulta difícil de creer que en unos cuantos días ¡y sin pagarles a sus autores! Se hayan escrito los nuevos textos.
Es triste -trágico, mejor dicho- ver cómo no sabemos aprovechar el fruto de la experiencia y que estemos en vísperas de que se repitan los enfrentamientos del pasado.
Quienes ya peinamos canas aún recordamos aquellos violentos tiempos del sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), en los cuales los textos de la SEP fueron modificados no tanto para ponerlos al día, sino más bien para imponer un criterio ideológico en el cual las notas de la música de fondo eran la lucha de clases, el evolucionismo ateo, la degeneración sexual, el falseamiento de la Historia y la apología de los regímenes comunistas.
Viendo el peligro que significaba adoctrinar de ese modo las mentes indefensas de los niños, la sociedad se alarmó e instituciones beneméritas como la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) salieron a la calle protestando por el atropello.
Y es que no nos cabe la menor duda de que cuando se les impide a los padres educar a sus hijos de acuerdo con sus propias tradiciones familiares, se está atropellando un derecho natural.
Aquellos tiempos fueron de protestas y de enfrentamientos sociales provocados por la soberbia de un megalómano que tenía todo el poder y que deseaba transformar a la niñez y a la juventud en un rebaño de borregos.
Pues bien, ante la decisión de la SEP, mucho nos tememos de que estamos en vísperas de que se repita tan nefasto clima de tensión.
Un ambiente tenso y de lucha que nada bueno trae consigo.
¿Por qué razón la SEP le oculta a la opinión pública cual es el contenido de los textos? ¿Cuál es la causa de tanta precipitación? ¿Por qué no se pide la ayuda de grupos de expertos?
Negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte… ¿Estaremos en vísperas de que vuelvan a repetirse viejas batallas?
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