Un mal libro no solamente debemos alejarlo de nuestros hogares, sino incluso destruirlo.
Aunque es bien cierto aquello de que “el saber no ocupa lugar” y, por lo tanto, “vale más quien más sabe y sabe más quien más lee”; hay que ser muy cuidadosos en el momento de elegir nuestras lecturas.
Efectivamente, así como no todos los alimentos son buenos para el organismo, de igual manera no todos los libros contribuyen a nuestra formación.
Y es que existen obras de tan baja calidad moral que, en lugar de elevarnos, nos degradan.
La degradación que proviene de las malas lecturas puede darse de dos maneras:
*Cuando su lenguaje es tan vulgar que acaba por contagiarnos.
*Cuando la tesis que difunden –aunque sea por medio de un bello lenguaje– son perversas y envenenan el alma de los lectores.
Esa es la razón por la cual debemos ser muy cuidadosos a la hora de escoger nuestras lecturas. Jamás debemos dejarnos llevar por la propaganda que las recomiendan porque están de moda, porque su autor obtuvo algún premio literario o porque son las más vendidas.
Aquí lo más prudente será solicitar la opinión de personas cultas y prudentes que nos ayuden a distinguir si un autor ofrece mensajes de superación o si –por el contrario– lo único que hace es crear confusión.
Aparte de solicitar el consejo de los prudentes, será necesario tratar de conocer la vida e ideología del autor para saber por dónde camina, de que pie cojea y –lo más importante– hacia donde pretende llevarnos.
Una vez expuesto lo anterior, habrá quien nos replique diciendo que existen personas de tan buena formación que pueden leer tranquilamente todo tipo de obras sin sufrir el más leve daño.
¿Puedo leer todo lo que me dé la gana? Con esta pregunta titulamos el presente comentario y a la misma respondemos que son cinco las razones por las cuales no debemos molestarnos siquiera en echarle un vistazo a la página de tal o cual libro.
1) Porque hago coraje. Si un autor se complace en atacar mis creencias y manera de comportarme… ¿Qué gano con leer majaderías? ¿Vale la pena seguir adelante? Ahorrémonos disgustos que, tarde o temprano, acabarán afectando nuestra salud.
2) Porque pierdo tiempo. El tiempo perdido los santos lo lloran, razón por la cual los días o semanas invertidos en un autor indeseable bien podrían aprovecharse leyendo autores que ayuden a superarnos, atendiendo mejor a nuestras familias, conviviendo sanamente con los amigos, visitando enfermos, etc. ¿Vale la pena perder el tiempo?
3) Porque tiro mi dinero a la basura. Efectivamente, leer uno de esos bodrios es una pésima inversión puesto que es algo que ni siquiera sirve para regalar… ¿Acaso deseamos que un amigo muy querido haga también coraje y pierda su tiempo? No quieras para otro lo que no quieras para ti. ¿Me van a devolver el dinero que pagué? ¿Acaso se lo devuelven a quien, asqueado, se sale a mitad de una pésima obra de teatro?
4) Porque ayudo a los enemigos. Es muy importante tener esto presente: Siempre que compramos libros que promueven los enemigos de nuestra patria, costumbres, familia y religión; es evidente que estamos dándole recursos económicos a esos autores y editores que desearían vernos confundidos mentalmente y que se frotarían las manos de gusto viendo como nuestra patria, familia y religión arden por los cuatro costados.
5) Porque siempre queda algo malo. No seamos ingenuos. A fin de cuentas, la carne es flaca y –querámoslo o no– las ideas perversas acaban contaminándonos si les abrimos la puerta. Y esa contaminación –por muy fuertes que nos creamos– acabará cambiando nuestras creencias y costumbres.
Un mal libro –y no digamos una revista pornográfica– no solamente debemos alejarlo de nuestros hogares sino incluso destruirlo.
Aquí resulta inválido el argumento de que basta con tenerlo oculto y fuera del alcance de nuestros hijos. Sería el caso de quien esconde una serpiente de cascabel sin saber cuándo el reptil puede escaparse y a quien puede picar.
Conclusión: No porque me lo prohíban, sino por conveniencia y salud mental mía y de quienes me rodean NO PUEDO LEER TODO LO QUE ME DE LA GANA.
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