¿Podrían castellanizarse las Filipinas?

A pesar de que Filipinas es una nación que forma parte del Mundo Hispánico y que en tiempos pasados mantuvo una estrecha relación con México, el día de hoy se puede decir que son muy pocos quienes allá hablan español.

En gran parte la explicación se encuentra en el hecho de que, cuando formaba parte del Imperio Español, hasta Filipinas solamente iban misioneros y soldados.

Rarísimas eran las familias que se desplazaban hasta un archipiélago que, literalmente, se encontraba al otro lado del mundo.

Los misioneros que allí predicaron el Evangelio, en lugar de castellanizar a los nativos (algo que SÍ hicieron en otras partes de los dominios de España) prefirieron aprender las lenguas vernáculas.

Por otra parte, el hecho de que aquel no fuese un territorio extenso y compacto –como Nueva Castilla (Perú) o Nueva España (México)- sino más de siete mil islas dispersas en el mar dificultaba cualquier labor de enseñanza.

Cuando en 1898 las Filipinas se independizan de España, de inmediato caen bajo el poder de los Estados Unidos, quienes se dedicaron a desterrar del país todo lo que tuviese que ver con el pasado español.

Fue así como los yanquis impusieron una dictadura lingüística al imponer el idioma inglés como lengua de instrucción.

Incluso la prestigiosa Universidad de Santo Tomás de Manila fue obligada a abandonar las clases en castellano para darlas en inglés.

Y así durante medio siglo hasta que el 4 de julio de 1946 Filipinas adquirió el rango de nación independiente.

Sin embargo, ya el castellano estaba herido de muerte e incluso la juventud –en gran parte formada en los Estados Unidos- había adquirido el modo de ser norteamericano.

Actualmente son dos los idiomas oficiales en aquel país: El tagalo y el inglés. El español es utilizado por muy pocas personas pertenecientes a las clases altas.

Desde entonces ha habido intentos por afianzar el aprendizaje del castellano como es el caso de la Ley Magalona promovida el 21 de mayo de 1952 por el senador Magalona.

Ante todo lo anterior, vemos cómo es de vital importancia castellanizar a tan querido pero alejado pueblo hermano.

Y es de vital importancia castellanizarlo porque de ese modo se lograría que la nacionalidad filipina experimentase el reencuentro con la esencia de su propio ser.

Ninguna nación hispánica puede vivir de espaldas a su tradición histórica, razón por la cual desarraigar lo hispánico en Filipinas es tanto como desnacionalizar al país al alejarlo de la comunidad a la cual pertenece.

Filipinas son algo más que siete mil islas perdidas en la azul inmensidad del Océano Pacífico.

Filipinas –a pesar de no hablar castellano- es un pueblo hispánico que está unidos con los demás pueblos hispánicos por un vínculo mucho más poderoso que el idioma: La Fe Católica.

Filipinas es el único pueblo católico de Asia lo cual hace que tenga mucho en común como países como Argentina, Venezuela, Perú, Colombia, México, Honduras, Puerto Rico y –por supuesto- España.

Privar a Filipinas de que se reintegre al Mundo Hispánico es tanto como privarla de un futuro comercial brillante y prometedor puesto que mucho saldría ganando si comerciase con la mayoría de los pueblos de Hispanoamérica.

En la medida en que Filipinas se sienta más hispánica, en esa misma medida será más próspera, libre e independiente.

No hay que olvidar que José Rizal, el héroe máximo de Filipinas, estudió en Salamanca y escribió sus obras en castellano.

Ahora bien, si en verdad se desea poner en marcha un eficaz proceso castellanizador no bastará un decreto que imponga como asignatura la lengua de Cervantes.

Será necesaria toda una cruzada lingüística en la que intervengan miles de maestros procedentes de España e Hispanoamérica que viajen hasta el archipiélago y allí no solamente den clases de castellano, sino que hagan que el pueblo tome conciencia del glorioso pasado histórico que tiene en común con otras naciones.

Al mismo tiempo países como España, México y Argentina mucho ayudarían ofreciendo becas a los estudiantes filipinos quienes, al estar estudiando en dichos países, se darían cuenta de cómo es más lo que los une que lo que los separa.

Muy importante será que los filipinos se convenzan de que el castellano no es un idioma decadente como les han querido hacer creer; es necesario que tomen conciencia de que dicho idioma lo hablamos más de quinientos millones de personas lo cual nos facilita entendernos en cualquier parte del mundo.

En fin, es largo el camino por recorrer pero, si se logra llegar a la meta, los costos serían inferiores a los grandes beneficios que se obtendrían.

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