Paseando por el centro histórico

En esta ocasión deseamos invitar a nuestros amigos lectores que nos acompañen a realizar un recorrido por las viejas calles del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Sí, ese Centro Histórico que es un polígono de nueve kilómetros cuadrados y que consta de 668 manzanas de las cuales 436 tienen monumentos históricos.

Una extensión territorial enclavada en la capital del país que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987.

El caso es que el Centro Histórico se ha venido despoblando con el paso del tiempo ya que de casi 100 mil habitantes que tenía en 1970, treinta años después apenas tenía 39 mil.

El hecho de que el Centro Histórico se haya venido despoblando obedece a varias causas.

Aparte de que el terremoto del 19 de septiembre de 1985 ahuyentó a miles que abandonaron sus hogares, la despoblación tuvo también otras causas como el que las diversas facultades de la Universidad se hayan trasladado a Ciudad Universitaria, como el que las oficinas de la Presidencia hayan dejado Palacio Nacional para irse a Los Pinos o como el hecho de que el Mercado de la Merced se haya desplazado hasta la Central de Abastos de Iztapalapa.

Todo esto ha contribuido a que la población de dicha parte de la Ciudad de México haya venido envejeciendo.

No obstante, a pesar de lo anterior el viejo Centro Histórico tiene un encanto que difícilmente se encuentra en otras partes del mundo.

Aparte de la grandiosa Catedral Metropolitana, Palacio Nacional, las ruinas del Templo Mayor y lo que queda de los antiguos conventos, el Centro Histórico de la capital del país es todo un relicario.

Todo un relicario porque posee bellezas arqueológicas, arquitectónicas, artísticas y religiosas.

Ni duda cabe que a todos los que amamos la inmensa riqueza cultural de México el Centro Histórico nos ofrece placeres culturales que no se consiguen fácilmente.

Desde luego que uno de los mayores gozos que se pueden experimentar se encuentra paseando por calles como Donceles, Argentina, Madero (nombre que le puso Pancho Villa en 1914, sustituyendo al anterior de Plateros) Tacuba y la célebre Plaza de Santo Domingo.

Dicha Plaza de Santo Domingo tiene algo original que no se encuentra en otras ciudades de México y del resto del Mundo hispánico: Es la única plaza en la cual los edificios que la limitan en sus cuatro puntos cardinales poseen una arquitectura netamente española.

Ninguna otra ciudad de México, así como del resto de Hispanoamérica puede decir lo mismo.

Que delicia transitar sin prisa y sin rumbo fijo por alguna de aquellas viejas calles que cronistas como Luis González Obregón o Artemio del Valle Arizpe enriquecieron con leyendas surgidas de la fantasía popular.

Viejas calles que hace décadas acogían en sus típicos cafés a intelectuales o escritores como Martín Luis Guzmán, Manuel Gutiérrez Nájera, Juan Rulfo o Juan José Arreola.

Que placer desayunar en el Café de Tacuba (Tacuba 28), en la Hostelería de Santo Domingo, o tomar unos churros con chocolate en el Moro mientras disfrutamos de una plática amena con amigos cuya gran cultura les permite apreciar las riquezas de esa parte de la Ciudad.

Que placer deambular por los antiguos palacios, por las mansiones blasonadas o por los antiguos templos como los de la Enseñanza, la Santísima o San Francisco.

Que placer para quienes somos bibliófilos representa entrar en alguna Librería de Viejos y tener la suerte de adquirir algún libro que se encuentra ya fuera del mercado y que para nosotros es poco menos que una joya.

Y, al mismo tiempo que placer, también sentimos pena al saber cómo el sectarismo anticatólico destruyó claustros como los de San Francisco o el de San Agustín haciendo que se perdieran para siempre las tumbas de Pedro de Gante o de Andrés de Urdaneta.

Fray Pedro de Gante, el gran educador de los indios. Fray Andrés de Urdaneta, intrépido marino que halló la ruta de regreso desde las Filipinas.

En fin, que pasear, saborear e instruirse al pasear por el Centro Histórico es algo que debe hacerse con tranquilidad y venerando cada metro cuadrado.

Y todo para rematar con un delicioso café lechero acompañado de unos deliciosos bísquets.

La invitación está hecha: ¿Gustan acompañarnos?

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