Muchos hombres no respetan la dignidad femenina, las consideran inferiores y las ven como si fuesen simples objetos de placer.
Hace ya algunos días que, a nivel mundial, se celebró el Día Internacional de la Mujer y, como era de esperarse (sin temor a ningún tipo de contagio) fueron miles las mujeres que salieron protestando a las calles a lo largo de todo nuestro ancho mundo.
Marchas que en su gran mayoría fueron violentas y que se distinguen por el color morado del que hacen gala manifestantes y organizadoras.
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, conocido en forma abreviada como el 8M.
Como era de esperarse, a pesar de haberse colocado una muralla frente al Palacio Nacional, las marchistas causaron infinidad de destrozos a la vez que eran duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad de la Ciudad de México.
Junto con las repetidas protestas contra los abusos que han sufrido muchas mujeres, se agregó ahora un nuevo elemento: la repulsa que provocó el que un empedernido violador, Félix Salgado Macedonio, sea postulado como candidato de Morena al gobierno de Guerrero.
Violencia, destrozos, cánticos provocadores y todo tipo de asquerosidades en una jornada que tiñó las calles con el color violeta de la jacaranda y cuyo objetivo primordial es desestabilizar gobiernos.
Ahora bien, dentro de estas marchas subversivas -que se dan lo mismo contra gobierno de izquierda que contra gobiernos derechistas- algo nos invita a reflexionar.
Desde luego que condenamos esa furia irracional que causa destrozos tanto en la vía pública como en las propiedades de los particulares.
Sin embargo, el hecho de que con tanta rabia marchen las féminas se apoya en una verdad que nadie puede discutir:
Durante muchos años, las mujeres han sido víctimas de humillaciones, acoso sexual, discriminación e incluso violaciones.
Es aquí donde se encuentra el quid de la cuestión: ¿A qué se debe que las mujeres sean discriminadas, acosadas y violadas?
La respuesta es muy simple: A que muchos hombres no respetan la dignidad femenina, las consideran inferiores y las ven como si fuesen simples objetos de placer.
Sí, objetos de placer destinadas a saciar los bajos instintos de machos lujuriosos que padecen una enfermiza pasión por el sexo.
Es aquí donde deseamos darle un giro diferente a esta reflexión.
Una de las causas por las cuales tipejos carentes de formación moral ven a las mujeres como despreciables objetos de placer se encuentra en la pornografía.
Sí, en esa aberrante anticultura que se dedica a promover novelas, revistas, películas y obras de teatro en las cuales las mujeres aparecen en paños menores e incluso desnudas. Este tipo de situaciones lo que hace es despertar la libido de los varones, quienes buscarán saciar sus bajos instintos a como dé lugar y sin calcular las consecuencias.
Ante un ambiente tan cargado de erotismo, que nadie ponga el grito en el cielo cuando se entere de que los maridos le son infieles a sus mujeres o cuando patrones sin escrúpulos abusen de empleadas que necesitan de sus trabajos para vivir decorosamente.
Y es así como se van dando una serie de consecuencias que nos llevan al abismo:
*Infidelidades conyugales que muchas veces desembocan en divorcios que producen hijos huérfanos de padres vivos.
*Hijos naturales que son producto de abusos de los patrones o de novios que no supieron controlarse.
*Desde luego que tanto los hijos de divorciados como los hijos naturales -al carecer de la vital formación familiar- serán corrompidos por el medio ambiente, lo cual traerá como resultado que se conviertan en viciosos o delincuentes.
*Y así seguirá creciendo la espiral desintegradora hasta que sea imposible detenerla y que ocurran hechos lamentables como el que las mujeres, deseando desquitarse, lo hagan con una violencia criminal que suelen sufrir quienes ninguna culpa tienen.
No hay efecto sin causa y el hecho de que se pudran las raíces morales de la sociedad trae como consecuencia que un árbol de raíces podridas acabe dando frutos venenosos.
Ni duda cabe que estos son polvos de aquellos lodos y ahora acabamos dándole la razón a nuestras inolvidables abuelitas cuando se escandalizaban ante las modas atrevidas.
El instinto de conservación de aquellas buenas mujeres les hacía presentir que la relajación de costumbres traería como consecuencia el desprecio por la mujer.
Un desprecio que las convertiría en objetos de placer, razón por la cual acabarían siendo víctimas de machos poderosos y sin escrúpulos.
A nuestro juicio, ésta es la mejor enseñanza que podemos sacar del 8M.
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