Los atropellos que ha cometido el gobierno de Daniel Ortega contra sus opositores sumado al empobrecimiento de la población provocaron protestas populares que fueron reprimidas con tal dureza que fueron causa de enérgicas condenas por parte de la Iglesia católica.
Conforme va pasando el tiempo más nos convencemos de que hay pueblos que nacen marcados por los signos de la opresión y de la miseria.
Uno de esos pueblos es Nicaragua, la patria de Rubén Darío, en donde la dictadura castro sandinista ha llegado a tales extremos que –no contenta con asfixiar cualquier tipo de oposición- la emprende ahora contra la Iglesia Católica.
La víctima de tan visible operación anticatólica es monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa.
La persecución contra los obispos no es algo nuevo en aquel país hermano pues fue en 1549 cuando el dominico Fray Antonio de Valdivieso, obispo de Nicaragua, fue asesinado a cuchilladas por haberse opuesto a los abusos que los encomenderos cometían en contra de los inermes indígenas.
Fue así como Fray Antonio de Valdivieso se convirtió en el primer obispo martirizado en tierras del Nuevo Mundo.
¿Correrá la misma suerte el obispo Rolando Álvarez, una de las voces más críticas de la Iglesia Católica?
Dicho prelado es uno de los obispos más incómodos para el gobierno del dictador Daniel Ortega, tanto así que su residencia ha sido cercada por agentes antimotines que le impiden salir a la calle.
Y todo porque monseñor Álvarez ha pedido la libertad de ciento noventa presos políticos, lo cual ha causado la ira de un dictador que acusa a los obispos de golpistas por haber abierto los templos a los manifestantes que resultaron heridos en la represión de las protestas que estallaron contra el gobierno sandinista en 2018.
Repetimos lo que al principio dijimos: Nicaragua es un pueblo marcado por los signos de la opresión y de la miseria.
Y es que, durante varias décadas, los nicaragüenses tuvieron que soportar la bárbara dictadura de la familia Somoza de la cual se libraron en julio de 1979 para caer luego en la no menos bárbara dictadura sandinocomunista.
La tragedia de tan querido pueblo hermano consistió en que, en vez de liberarse de la pesada carga que llevaba sobre el hombro derecho lo que ocurrió fue que una carga mucho más pesada pasó al hombro izquierdo.
Y todo en medio de una atroz miseria en la cual la mayoría de la población pasa hambre y en donde miles viven en situación de calle.
Una vez que los sandinistas tomaron el poder, en Nicaragua surgieron líderes que defendieron a pleno sol los derechos del pueblo, líderes entre los que destacaron el poeta y periodista Pablo Antonio Cuadra y el arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo a quien San Juan Pablo II reconoció públicamente su valentía haciéndolo cardenal.
Aún recordamos aquellos difíciles tiempos de persecución en los cuales el gobierno clausuró tanto “Radio Católica”, dirigida por el Padre Bismarck Carballo, como el diario “La Prensa”, dirigido por Pablo Antonio Cuadra.
Al final triunfó la razón puesto que tanto la radiodifusora como el periódico volvieron a defender públicamente la Justicia y la Verdad.
En 1990, gracias al triunfo electoral de Violeta Chamorro, los sandinistas perdieron el poder al cual regresarían en 2006.
Una vez de regreso, los sandinistas acaudillados por Daniel Ortega –quien nombró vicepresidenta a su mujer Rosario Murillo- se encargaron de ir liquidando los focos más molestos, especialmente encarcelando a los políticos más destacados de la oposición.
Todos estos atropellos –sumados al empobrecimiento de la población- provocaron protestas populares que fueron reprimidas con tal dureza que fueron causa de enérgicas condenas por parte de la Iglesia Católica.
Estas condenas le han servido de pretexto a Ortega para acusar de conspiradores a los obispos, perseguirlos y ensañarse de manera muy especial con monseñor Rolando Álvarez.
Monseñor Rolando Álvarez, al contrario de lo que haría algún prelado acomodaticio y burgués, no se refugió en el cómodo silencio de sus oficinas de la Curia sino que, comprendiendo como el pensamiento sin la acción resulta estéril, salió a la calle con el Santísimo expuesto en una custodia.
Iba dispuesto a defender una causa que no podía ser más justa: La libertad de un pueblo oprimido y empobrecido.
Exactamente lo mismo que hizo Fray Antonio de Valdivieso en 1549.
La valentía de este buen pastor que está dispuesto a dar la vida por sus ovejas ha proyectado su imagen a nivel internacional convirtiéndolo en uno de los héroes de la Nicaragua de hoy.
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