El pasado 1 de abril entramos en la recta final o sea en la última cuarta parte del sexenio, lo cual significa que falta año y medio (18 meses) para que concluya la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
A partir de ahora veremos cómo se suceden una serie de acontecimientos –algunos inesperados- que darán mucho de qué hablar en el futuro inmediato.
Empezaremos diciendo que dentro de un par de meses –en junio- habrán de celebrarse elecciones para elegir gobernadores tanto en Coahuila como en el Estado de México.
Comicios de una gran importancia puesto que sus resultados nos mostrarán cuál es la fuerza real tanto de Morena como de los partidos de la oposición.
Una derrota del PRI en el Estado de México significaría para dicho partido la pérdida de lo que han dado en llamar la joya de la Corona y pudiera marcar el principio del fin del partido tricolor puesto que, en caso de darse tal suceso, los militantes priistas en la entidad, al igual que hacen las ratas cuando un barco se hunde, abandonarían en masa dicho partido para suplicar ser admitidos en Morena.
Serían capaces de vender sus almas al mismísimo diablo con tal de conseguir buenos huesos en la nueva administración.
Asimismo, y a los pocos días de los resultados en ambas entidades, se iniciaría el proceso para elegir al candidato presidencial de Morena para las elecciones del año entrante.
Se supone que en septiembre se realiza la primera encuesta y que en noviembre entran en la encuesta definitiva los cuatro perfiles mejor posicionados.
Y decimos “se supone” porque es un secreto a voces que será AMLO y nadie más quien –a la usanza del viejo PRI- escogerá al candidato mediante el método del “dedazo”
En diciembre habrá ya candidato el cual empezará su campaña a inicios del 2024; se celebrarán elecciones el domingo 2 de junio del próximo año y desde entonces hasta septiembre tendremos un presidente electo que tomará posesión el 1 de octubre.
Cómo podemos observar, durante los próximos años viviremos en un clima de gran efervescencia política puesto que los precandidatos tratarán de hacerse simpáticos para conquistar la bendición del gran elector.
Dentro de este clima de efervescencia política, no se descartan sorpresas ni que aumente la violencia provocada por grupos del crimen organizado.
Ahora bien, una vez que AMLO anuncie públicamente a su elegido se verá como –a la usanza de los tiempos del viejo PRI- los morenistas se irán a la “cargada” tratando de colocarse en el próximo sexenio.
Asimismo, es también muy probable que ese fenómeno de la “cargada” vaya dejando solo a un AMLO que verá como el poder se le escapa como agua entre las manos.
Un poder que –como ocurría en aquellos viejos tiempos- irá ganando el flamante presidente electo.
Vuelven los tiempos del Viejo Sistema. No hay nada nuevo bajo el sol.
Ante un panorama que a quienes ya peinamos canas nos resulta familiar, vale la pena que nos preguntemos: ¿Estaría AMLO dispuesto a perder un poder al que se aferra con tanta desesperación?
¿Qué tanta fidelidad y gratitud le mostrará al gran elector quien resulte favorecido? ¿Estará de acuerdo en que se implante un Maximato convirtiéndose en una simple marioneta?
Aquí es donde pudiera darse una sorpresa que no por ser sorpresa deja de tener lógica.
Pudiera ocurrir que AMLO de que su favorito se le sublevase a mediano plazo tomase una decisión inesperada: Que la candidata presidencial del Morena fuese su esposa Beatriz.
De este modo se daría una reelección disfrazada.
Y en otro orden de ideas: Si acaso las elecciones las ganase el candidato de la oposición… ¿Estaría AMLO dispuesto a entregar el poder o reprimiría a los disidentes como lo hace Daniel Ortega en Nicaragua?
En fin, que de aquí al 1 de octubre de 2024 falta más de año y medio.
Aunque parezca poco tiempo, la realidad es que se trata de largos dieciocho meses en los cuales pueden pasar muchas cosas…
Hasta las más inesperadas.
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