Los frutos amargos de la revolución

Como lo dijimos en días pasados, la Revolución de 1910 que derrocó al dictador Porfirio Díaz, en vez de resolver los problemas existentes lo que hizo fue agravarlos.

El fruto más notable de aquel movimiento armado que en sus orígenes no era una Revolución sino más bien una rebelión fue la Constitución de 1917 que actualmente está en vigor y que jamás fue sometida a referéndum para que el pueblo decidiera si la aprobaba o la rechazaba.

Como también dijimos en la misma ocasión, apoyándose en la Constitución de 1917, Plutarco Elías Calles creó el sistema de partido único para aglutinar a los principales jefes rebeldes y, de ese modo, impedir que los revolucionarios continuaran matándose entre sí.

De este modo fue como Calles implantó en México un sistema dictatorial que –a diferencia de los que existían en otras partes del Continente- imponía no una dictadura personal sino más bien una dictadura de partido.

Fue así como, al detener las matanzas y rebeliones, el país gozó de una relativa tranquilidad que se prolongó durante más de siete décadas.

Uno de los primeros presidentes pertenecientes a dicha dictadura de partido fue el general Lázaro Cárdenas, un radical de izquierda que estuvo a punto de comunizar al país.

Afortunadamente una serie de presiones, tanto internas como externas, forzaron a Cárdenas para que nombrase como sucesor al moderado Manuel Ávila Camacho.

Con dicho general se inaugura la época del llamado Desarrollo Estabilizador que duró treinta años y que hizo que el país progresara en lo económico.

Sin embargo, no todo era bonanza puesto que la serie de restricciones que la Constitución le imponía a la propiedad privada –y de modo especial a la agrícola- provocaron en el campo una miseria de tales dimensiones que miles de campesinos abandonaron sus lugares de origen para emigrar a los Estados Unidos.

Y los que no se iban al vecino país del Norte se refugiaban en las afueras de las grandes ciudades formando auténticos cinturones de miseria.

En el plano educativo, al prohibir la Constitución que los religiosos tuvieran centros educativos, eso influyó para que toda una generación creciera al garete, desviara su criterio y que fuesen miles quienes acabaron viviendo como ateos prácticos.

El caso fue que, a pesar de que se daba cierta bonanza económica, el gobierno era incapaz de impedir la miseria en el campo. Y todo porque al campesino no se le garantizaba la propiedad de la tierra.

Durante todos esos años, hubo presidentes de las más variadas tendencias económicas lo cual desmentía el mito de que la Revolución Mexicana era un sistema monolítico que tenía una ideología firme e inmutable.

Según los panegiristas de aquel Sistema de dictadura de partido, la ideología revolucionaria fue la causa de que se diera un clima de paz y progreso económico.

Falso. Si hubo paz fue porque la dictadura reprimía sin contemplaciones a cualquier disidente y si hubo progreso fue porque la mayoría de los presidentes rechazaron las teorías marxistas por considerarlas inoperantes y alejadas de la realidad.

Vinieron después sexenios en los cuales algunos presidentes aplicaron tesis populistas que arruinaron la economía, hundieron en la miseria a las clases bajas y proletarizaron a las clases medias.

Esto provocó tal descontento que el Sistema acabó quebrando para dar paso a una alternancia en la cual hubo un cierto respiro democrático.

Lamentablemente, a partir del año 2018, con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, regresaron los viejos demagogos que antaño habían arruinado al país.

El caso es que todo esto tiene su origen en la llamada Revolución de 1910 cuyos frutos no han podido ser más amargos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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