A Echeverría le deben los mexicanos el gran favor de haber tronado un Sistema que parecía invencible, pero que llevaba en sus entrañas el germen de su destrucción.
En los primeros días de julio, a los cien años de edad, falleció Luis Echeverría quien ocupara la Presidencia de México entre 1970 y 1976; un sujeto prototipo del más rígido autócrata del PRI-Gobierno que, mediante un sistema autoritario gobernó México durante más de setenta años.
El caso fue que por décadas México era un país que provocaba envidia en el resto de los países de la América Latina: Nada de dictaduras militares, nada de guerrillas, nada de golpes de estado, una moneda sólida y estable y el milagro de que cada seis años el presidente saliente le entregaba pacíficamente la banda presidencial a su sucesor.
Que contraste con los golpes que eran algo endémico en Bolivia o Argentina o las guerrillas que desestabilizaban Colombia y Perú. Y no hablemos de dictaduras como las de Batista en Cuba, Trujillo en la Dominicana o Pérez Jiménez en Venezuela.
Nada de eso ocurría en México, razón por la cual con insistencia se hablaba de un Sistema que bien podría servir de ejemplo al resto de los países del Continente.
Sin embargo, quienes se asomaban y veían el interior de aquel Sistema muy pronto se percataban de cómo la cuchara es la única que conoce el fondo de la olla.
Repetimos: Durante siete décadas el PRI-Gobierno gobernó al país mediante un implacable sistema en el cual la oposición tan sólo existía en el papel.
La llamada “Familia Revolucionaria” hizo lo que quiso del país. Todo parecía indicar que la “Dictadura Perfecta” (así definida por Mario Vargas Llosa) habría de perpetuarse en el poder por los siglos de los siglos.
Fue entonces cuando, a partir del gobierno del recientemente fallecido Luis Echeverría, se dieron una serie de circunstancias que provocaron un giro de ciento ochenta grados.
Debido tanto a las torpes políticas agrícolas que esclavizaban a los campesinos como al despotismo de burócratas ineptos y gobernantes ambiciosos que siempre quedaban impunes fue creciendo más y más la inconformidad social.
Una inconformidad que explotó durante el Movimiento Estudiantil de 1968 que –manipulado por políticos resentidos- sólo sirvió para que Luis Echeverría llegase al poder.
Una vez en la Presidencia, Echeverría se mostró tal cual era: Un militante de izquierda que se apoyó en la ideología socialista para saciar todos los complejos y resentimientos que cargaba a cuestas desde su más tierna infancia.
Gracias a los medios que el poder le brindaba, Echeverría logró manifestar todo su odio contra el sector empresarial al que detestaba con un odio nunca antes visto.
“Ante esta oleada de cambios”, nos dice José J. Castellanos, “los empresarios pronto se percataron del peligro que los amenazaba y consideraron que sus organizaciones empresariales tradicionales, sus sindicatos empresariales, las cámaras y sus confederaciones de industria y comercio, dispersos y a veces hasta encontrados, no podrían contrarrestar esta nueva ideologización de izquierda” (Así derrotó la sociedad al PRI. Moreno Editores. Página 54)
Fue así como Echeverría logró lo que nunca antes había sido posible: Que el poderoso sector empresarial tomase conciencia del peligro, se unificase y –algo insólito- que dejase su apatía decidiéndose a participar en política.
Su sucesor fue su compañero de juventud José López Portillo quien, por seguir la misma política acabó arruinando al país. Una política torpe y suicida que culminó con la estatización de la Banca en septiembre de 1982.
Ya para entonces la sociedad había tomado conciencia de que las cosas no podían seguir igual.
Al mismo tiempo, dentro del PRI, se dieron una serie de luchas intestinas que culminaron con su división, división que provocó un cisma del cual surgió el PRD, partido de extrema izquierda.
Aprovechando esta circunstancia, la sociedad resistió valientemente, se organizó y decidió participar en política afiliándose al PAN.
El resto de la historia ya todo mundo la conoce: El PRI fue perdiendo cada vez más poder a la vez que el PAN crecía en proporción geométrica.
Fue así como en 1997 el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y, tras el triunfo de Vicente Fox, la Presidencia en el año 2000.
Por todo ello afirmamos sin temor a equivocarnos que, más que Fox, el PAN o los empresarios que virilmente se opusieron al Sistema, fue Echeverría y solamente Echeverría quien hizo tronar al Sistema al provocar que la sociedad tomase conciencia de que debería unirse para derrotar a la “Dictadura Perfecta”.
A Echeverría le deben los mexicanos el gran favor de haber tronado un Sistema que parecía invencible, pero que llevaba en sus entrañas el germen de su destrucción.
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