Las cruces de árbol tan peculiar tienen mucha demanda entre quienes se acercan a tan bello rincón de la provincia mexicana: Aunque muchos se las llevan por simple curiosidad, no son pocos quienes se las llevan con especial devoción.
Hace ya bastantes años que, por medio de anuncios espectaculares, se invitaba a los turistas a visitar Querétaro, diciendo que era el lugar “donde empieza la leyenda”.
Efectivamente, Querétaro es leyenda, y lo es desde el momento mismo de su fundación en 1531 cuando, en plena batalla entre indios y españoles, se vio una Cruz en el cielo, así como un jinete cabalgando entre las nubes.
Según explica la piedad popular, el jinete era el Apóstol Santiago que se hacía visible precisamente un 25 de julio, día de su fiesta.
Los indígenas, atemorizados, pero deseando hallar una respuesta a sus interrogantes, pidieron fabricar una Cruz a la cual habrían de adorar de ahí en adelante.
La Cruz está labrada en piedra, se le conoce como “La Santa Cruz de los Milagros” y es venerada en el santuario de la Loma de Sangremal.
La devoción al Apóstol aún perdura, tanto así que Santiago de Querétaro es el nombre oficial de tan bella ciudad. Ni duda cabe que, gracias a este hecho prodigioso, bien se puede decir que, efectivamente, Querétaro es el lugar donde empieza la leyenda.
Y ya que nos hallamos inmersos en el tema de las leyendas, hablemos ahora de la leyenda del “árbol de las cruces”.
Ocurrió también en Querétaro, en la Loma de Sangremal o sea a pocos metros de donde se venera la Cruz de los Milagros.
Para mejor entender lo que allí ocurrió, preciso será dar algunos antecedentes. Y para ello hablaremos de Fray Antonio Margil de Jesús, franciscano nacido en Valencia (España) en 1657 quien llegó al Colegio de Misioneros de la Santa Cruz de Querétaro con el propósito de formarse para salir a predicar el Evangelio.
En 1684 el Padre Margil emprende su primera gran misión durante la cual evangeliza -durante poco más de año y medio- extensas regiones de Yucatán, Tabasco, Chiapas y Guatemala.
Tan piadoso fraile fue un predicador incansable que lo mismo estaba en Panamá que en Texas; en Guadalajara que en San Luis Potosí; en Guatemalao en Zacatecas.
Un santo misionero que, por haber recorrido tan vastos territorios, pudo dar testimonio de lo que entonces ocurría en la Nueva España.
Con fecha 5 de mayo de 1723, el Padre Margil escribía lo siguiente: “En cuanto a lo extendido del culto a imágenes de Guadalupe, que se hallan en todas partes del Reino, digo por cierto y me consta de vista por lo mucho que he corrido en el largo espacio de cuarenta años…y siempre he tenido por cierto que la misericordia del Altísimo envió el cielo esta imagen de su Santísima Madre para que en ella defienda a este Nuevo Mundo, y lo conserve en aumento de la santa fe católica”.
Una prueba evidente, proporcionada por un testigo presencial, que nos comprueba cómo, ya desde fines del siglo XVII, el Guadalupanismo formaba parte de la identidad nacional.
Pues bien, ante tales antecedentes, podemos entender mejor lo que viene a continuación. Una piadosa leyenda cuenta que, la última vez que abandonó el Padre Margil su convento, dejó su bastón semienterrado en la huerta y poco después ocurrió el prodigio de que éste se transformase en un árbol que aún en nuestros días produce un extraño fruto al cual se le atribuyen propiedades milagrosas: Espinas en forma de cruces. Este arbusto es un huizache, conocido en todo Querétaro como “el árbol de las cruces”. Se encuentra en la huerta del Convento de la Santa Cruz, en la Loma de Sangremal.
Las cruces de árbol tan peculiar tienen mucha demanda entre quienes se acercan a tan bello rincón de la provincia mexicana: Aunque muchos se las llevan por simple curiosidad, no son pocos quienes se las llevan con especial devoción.
Sin embargo, en nuestra opinión personal, más que caer en actitudes crédulas que puedan llevarnos al fanatismo o, lo que es peor, a la superstición, lo que aquí realmente importa es el gran protagonista: El Padre Margil. Un santo misionero de tiempo completo. Uno de aquellos héroes de centurias pasadas que contribuyó a forjar la nación mexicana.
El Padre Margil expiró santamente el 6 de agosto de 1726 en el convento de San Francisco de la Ciudad de México y fue en 1835 cuando el Papa Gregorio XVI lo declaró Venerable.
Sus restos reposan en el Convento de Guadalupe de la ciudad de Zacatecas. Vale la pena viajar a la ciudad donde empieza la leyenda y, al hallarnos ante “el árbol de las cruces”, honrar la memoria de quien fuera uno de los santos forjadores de la nación mexicana.
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