España es rico en temas históricos religiosos, teniendo a una gran representante como lo fue Isabel la Católica, que aún no logra ser reconocida ante los altares
El mes de octubre suele tener un significado muy especial para los españoles puesto que gira en torno a dos grandes personajes de su historia: Cristóbal Colón e Isabel la Católica.
Don Cristóbal, el audaz navegante que, buscando llegar a las Indias navegando hacia el poniente se topó con el Nuevo Mundo.
Doña Isabel, la piadosa reina que siempre le apoyó y cuya preocupación primordial no era tanto ensanchar sus dominios sino lograr la salvación de sus nuevos súbditos de ultramar.
Pues bien, esos días que giran en torno a la fiesta de la Hispanidad, en Valladolid se celebra (entre el 15 y el 19 de octubre) un Congreso que, apoyado por la Universidad Católica de Ávila no tiene otro propósito que el de lograr la canonización de la Gran Reina que a Colón apoyó en su empresa.
La inquietud manifestada en ciertos sectores para que Isabel la Católica sea llevada a los altares no es algo nuevo, sino que viene de mucho tiempo atrás, destacando de manera especial la gran labor que al respecto llevó a cabo el Padre Anastasio Gutiérrez quien durante doce largos años de ininterrumpidos trabajos de investigación (1958-1970) examinó más de cien mil documentos, de los que finalmente se escogieron más de tres mil repartidos en veintiocho volúmenes.
Gracias a tan infatigable postulador de la causa, se elaboró la “positio”, un sólido documento en el que se apoyó la Santa Sede para declararla “sierva de Dios”.
Antes de seguir adelante, citaremos los testimonios de tres personajes que -entre otros muchos- hablan de las virtudes de quien fuera la mujer y reina más célebre de la historia de España.
Una vez que hubo muerto la Gran Reina, Cristóbal Colón, quien la trató personalmente, le escribía a su hijo Diego: “Su vida fue siempre católica y santa, y pronta a todas las cosas de su santo servicio; y por esto se debe creer que está en su santa gloria”
Citamos ahora a quien fuera obispo de Puebla de los Ángeles (México) el beato Juan de Palafox y Mendoza, quien nos ofrece un juicio muy significativo: “…eran tan parecidos estos dos naturales entendimientos y espíritus de la señora Reina y Santa Teresa, que me pareció que si la santa hubiera sido Reina, fuera otra Católica doña Isabel; y si esta esclarecida princesa fuese religiosa, que bien lo fue en las virtudes, fuera otra santa Teresa”
Y, por último, citamos ahora a un personaje que no forma parte del mundo hispánico; nos referimos al escritor estadounidense, Washington Irving, quien logró fama mundial con sus famosos CUENTOS DE LA ALHAMBRA:
“Los motivos que impulsaron a Isabel a la empresa americana eran más nobles y generosos; se llenaba de piadoso celo a la idea de realizar tan grande obra de salvación”
Y vaya que para Doña Isabel era primordial la salvación de los aborígenes del Nuevo Mundo; prueba de ello la dio en el momento en que prohibió que fuesen esclavizados.
De este modo, quien lograra la unidad de España reconquistando Granada, se anticipó treinta y cinco años a la formulación del Derecho de Gentes que, en San Esteban de Salamanca, expusieran Francisco de Vitoria y Domingo de Soto.
El caso es que, gracias a Isabel la Católica, la esclavitud jamás se dio en los dominios del imperio español; injusticia que, lamentablemente, caracterizó al mundo anglo protestante.
Otra de las grandes obras de Isabel, cuyos frutos aún perduran, fue que -gracias al apoyo dado a Cisneros en su labor reformista- en España prevaleció esa unidad religiosa que fue causa directa de los admirables frutos de santidad que se dieron en el siglo XVI.
¿Qué le falta a Isabel para subir a los altares?
Como antes dijimos, posee ya el grado de “sierva de Dios”. Si se demostrase que practicó en grado heroico todas las virtudes, de inmediato, sería declarada Venerable.
Consideramos que congresos culturales como el que estos días se está llevando a cabo en Valladolid en mucho ayudan a que se cumpla este objetivo.
Ahora bien, si -una vez declarada Venerable- se demostrase que, gracias a su intercesión, se realizó un milagro, el Papa procedería a beatificarla.
Y si, una vez que haya sido beatificada, se comprueba un nuevo milagro se habría cumplido ya la condición necesaria para canonizarla.
Y ya canonizada, los católicos del mundo entero podríamos encomendarnos a una Santa Isabel de España, cuya fiesta muy probablemente sería el 26 de noviembre, fecha de su muerte.
Son numerosos los libros publicados dando fama del buen gobierno, virtudes y santidad de la Reina Isabel.
Entre ellos destacan los de Tarsicio de Azcona, José María Javierre y, en los últimos años, uno que -a nuestro juicio- resume y explica de manera magistral todo lo referente a la egregia Reina de Castilla: “ISABEL INTIMA”, cuyo autor es José María Zavala.
Y ya para concluir, nada mejor que citar al mencionado José María Zavala quien, acerca de la personalidad de Isabel, nos dice lo siguiente:
“Isabel heredó una corona en la que era tradicional la creencia de representar al Todopoderoso. El monarca era una especie de lugarteniente del Altísimo para el gobierno del reino y el mantenimiento de la justicia.
“La idea del “servicio divino”, que caracterizará a un sector de la espiritualidad ignaciana empeñado en la acción apostólica, invade antes toda la vida de Isabel. Al servicio de Dios se ordena, por tanto, desde el gobierno de los reyes y la concordia entre los príncipes cristianos, hasta el envío de Colón a descubrir el Nuevo Mundo y las conversaciones de paz con Francia, pasando por la pacificación del reino y la reconquista de Granada contra los enemigos de la fe cristiana. Era así el fin último de la vida religiosa que ella siempre trató de favorecer” (ISABEL INTIMA. Planeta. Página 206)
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