Si se impone un decreto prohibiendo subir los precios lo que ocurre es que –al ver como su mercancía ya no produce utilidades– los fabricantes dejan de producirla.
La noticia que se hizo pública durante la pasada segunda quincena de diciembre bien pudiera producir el mismo efecto que produce una cruda después de una fuerte borrachera. Nos explicaremos.
Fue durante los últimos días de diciembre que se anunció un fuerte aumento al salario mínimo el cual quedó para 2020 en $123.22 pesos diarios.
Vale la pena recordar que dicho salario mínimo estaba en 2018 (hace dos años) en $88.36 pesos y apenas en 2019 en $102.68.
Según los medios han intentado hacernos creer, tan elevado aumento a los salarios mínimos resolverá todos los problemas de la clase trabajadora con la misma eficacia con que lo hace la mítica varita mágica del hada madrina.
Aumentar los salarios a tontas y a locas –y esto ya lo padecimos durante los sexenios de Echeverría, López Portillo y Miguel de la Madrid– es jugar con fuego puesto que, a mediano plazo, lo que se produce es exactamente el efecto contrario.
Por lo pronto, cuando se aumenta desmesuradamente el salario mínimo lo que aumenta también es el desempleo ya que encarece la contratación. Quien es dueño de una humilde fonda o de un pequeño taller, al no poder pagar el nuevo salario, lo que hace es abaratar costos y para ello se ve obligado a despedir a parte de sus empleados.
De este modo, esa humilde clase trabajadora a la que se pretende ayudar viene quedando sin trabajo y obligada a ganarse a vida como se le vaya ocurriendo. Que nadie se escandalice si se entera de que muchos de esos desempleados –al sentir los rigores del hambre– pasaron a engrosar las filas de los narcotraficantes.
Aunque la gran mayoría no seguirá tan trágico sendero, lo que es casi seguro que ocurra es que, al desaparecer puestos de trabajo, muchos acaban incorporándose a esa economía informal que ni paga impuestos ni ofrece mercancía de calidad.
Ni duda cabe que el salario mínimo es una prohibición para contratar obreros por debajo de un determinado sueldo. Asimismo, tomando en cuenta que el salario es parte de los costos de producción, todo fabricante que se ve obligado a pagar un salario desmesurado, necesariamente –si quiere sobrevivir– tendrá que aumentar los precios.
Y al aumentar los precios se produce no solamente inflación sino un profundo desaliento en esos obreros que creían que, al recibir más dinero, lograrían resolver sus problemas. Nada de eso, aunque ganen más, verán como también los servicios y mercancías costarán más. Un engaño.
¿Cómo se puede ayudar realmente a la clase trabajadora?
En primer lugar, hay que tener siempre presente que la Economía es una ciencia exacta con la cual no se puede andar jugando.
Si en realidad se quiere ayudar a la clase trabajadora, lo que todo gobierno prudente habrá de hacer es lograr que bajen los precios y esto no se hace por medio de un decreto como se hacía en tiempos amargos.
Si se impone un decreto prohibiendo subir los precios lo que ocurre es que –al ver como su mercancía ya no produce utilidades– los fabricantes dejan de producirla. Esto produce no sólo carestía, sino que los pocos productos que se fabriquen tengan precios elevadísimos.
La solución más viable consiste en que se le otorguen todo tipo de facilidades a los fabricantes para que se animen a producir. Una vez que no existen trabas, los diversos fabricantes producirán en grandes cantidades y tratando cada uno de ellos de vender productos de mejor calidad y al precio más bajo posible. Esto lo harán con el objeto de no ser superados por sus competidores.
Y al darse el fenómeno de la libre competencia, tendremos una gran variedad de productos y de la mejor calidad. El público consumidor tendrá libertad de elegir lo que más le convenga al menor precio y con la mejor calidad.
De este modo los precios bajarán y se verá como los más necesitados –obreros y campesinos– sentirán como el dinero que tiene SÍ les alcanza para cubrir sus necesidades.
Y es que no importa tanto que el salario mínimo sea elevado. Más bien lo que importa es que con el dinero que uno tiene pueda comprar más mercancías o disfrutar de mejores servicios.
Como al principio dijimos, debido al aumento desmesurado del salario mínimo, estamos a punto de se produzca la cruda que sufre un borrachín después de haberse embriagado una noche entera.
Cuando se anunció el aumento del salario mínimo fue en los días anteriores a la Navidad. La mayoría de la gente –ignorante de cuestiones económica– celebró con júbilo al anuncio.
Sin embargo, ya se anuncian aumentos en algunas mercancías. Esto producirá que –una vez que pase el PUENTE GUADALUPE-REYES– nos enfrentemos a una triste realidad que, sumada a la cuesta de enero, producirá amargos desengaños.
Claro está que los sectores consumistas –como siempre lo han hecho– se repondrán de esa cuesta de enero con una fiesta que celebran pocos días después: el Día de los Novios.
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