Halloween y Día de Muertos

Una de las tradiciones mexicanas que desde niños más nos han gustado es la del Día de Muertos.

Cuando éramos pequeños y conforme los días se iban acercando al 2 de noviembre, por las calles no solamente veíamos niños pidiendo su “calavera”, sino que en las panaderías se ofrecía a los clientes –aparte del delicioso pan de muerto- calaveras de azúcar que en la frente llevaban marcados nombres diferentes.

Desde luego que era todo un espectáculo ver los famosos Altares de Muertos en los que se presentaban diversos alimentos y bebidas que el difunto solía disfrutar en vida. Desde luego que figura central de dicho Altar era la foto del finado quien, de ese modo, seguía presente en el mundo de los vivos.

Y como feliz remate una alegre convivencia familiar que consistía en una cena en la cual rebanadas de pan de muerto eran remojadas en una taza que contenía chocolate caliente y espumoso.

Afortunadamente, tan bella tradición no se ha perdido y prueba de ello es que diferentes instituciones culturales hacen hasta lo imposible para mantenerla viva.

Algo parecido a lo que ocurrió con las pastorelas que hubieran caído en el olvido de no haber sido porque, allá por 1965, Miguel Sabido supo rescatarlas en el lejano ex convento de Tepotzotlán.

Desde luego que ese respeto por la mexicanísima tradición del Día de Muertos alcanza su máxima expresión en los pueblos de Mixquic y de Pátzcuaro en donde dedican toda una noche a honrar a quienes se nos adelantaron en el camino.

Una bellísima tradición mexicana –única en el mundo- que gira en torno a uno de los más sólidos dogmas del Cristianismo: La inmortalidad del alma.

Ahora bien, desde hace más de medio siglo, aquí en México empezó a propagarse una curiosa costumbre (nos resistimos a llamarla tradición) que nos llegó desde el vecino país del Norte.

Se trata del cada vez más famoso “Halloween” en el cual los protagonistas no son quienes ya se fueron sino más bien unos pequeños disfrazados de extraños personajes como pudieran serlo diablillos, fantasmas, brujas o vampiros.

Más que honrar la memoria de los antepasados y de pedir por el eterno descanso de las ánimas del Purgatorio, lo que el “Halloween” fomenta es que –de manera inconsciente- se vaya rindiendo culto a seres infernales como pudieran serlo los demonios y sus sacerdotisas las brujas.

Una costumbre que en México lleva más de medio siglo y que fomentan los grandes centros comerciales al invertir toneladas de billetes en su difusión.

A toda costa pretenden que en el pueblo mexicano se dé un cambio cultural.

Sin embargo, las raíces espirituales de nuestra gente son muy profundas puesto que la semilla de la Fe fue sembrada hace ya más de medio milenio.

Y al ser tan profundas dichas raíces ni duda cabe que, por mucho dinero que inviertan los difusores del “Halloween”, jamás serán arrancadas.

Y es que México no es un pueblo más dentro de las naciones del orbe.

México es un pueblo muy singular que si ha sabido sortear las peores crisis ello en gran parte se debe al respeto y veneración que siente por sus más añejas tradiciones.

No hay duda: El “Halloween” tiene la batalla perdida.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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