¿En qué se parecen Poncio Pilato y santo Tomás Moro? Si uno es un personaje bíblico y el otro un político…
No nos cabe la menor duda de que la Biblia –no importando en que época del año se lea– es un libro que está siempre de actualidad debido a que sus mensajes saben adaptarse a cualquier persona, época o idiosincrasia.
Pues bien, dentro del drama de la Pasión, uno de los principales personajes es Poncio Pilato, el procurador romano que, ante el temor de perder su posición privilegiada, permitió que Jesús fuese condenado a muerte, aun sabiendo que mandaba al patíbulo a un inocente.
Pilato, después de dialogar con el Nazareno, entendió dónde estaba la Verdad y se convenció de la inocencia del Justo.
Ésa es la razón por la cual, en un principio, se resistió a condenarlo.
No obstante, deseando acallar la voz de su conciencia, apeló al voto de la muchedumbre y ésta –por mayoría abrumadora– prefirió a Barrabás exigiendo que crucificasen a Jesús.
Una decisión democrática que nos demuestra cómo no siempre la Verdad es patrimonio de las mayorías, ya que éstas pueden ser manipuladas tanto por la propaganda tendenciosa como por las bajas pasiones.
De igual manera, quienes, mediante un plebiscito amañado, manipulan a los votantes pueden engendrar aberraciones tales como la legalización del aborto, la eutanasia, el suicidio asistido y las uniones homosexuales también conocidas como “matrimonios gais”.
Definitivamente: la Verdad no suele ser patrimonio de las mayorías, razón por la cual tanto la Justicia como la sensatez exigen que sea un pequeño grupo de personas ilustres y virtuosas quienes tomen las principales decisiones de gobierno.
Poncio Pilatos, ante el temor de que lo acusasen de ser enemigo del César, prefirió condenar a un inocente.
Quizás sea ésa la razón por la cual –aunque está muy lejos de ser venerado en los altares– Pilatos bien puede ser considerado como una especie de santo patrono del político acomodaticio de nuestro tiempo.
Y al decir “político” incurrimos en un error puesto que nos estamos refiriendo a esa casta de sujetos serviles para con los de arriba y altaneros para con los de abajo.
Tales sujetos carecen de ideales. Su formación ideológica es como una veleta que se mueve según sopla el viento.
Sujetos despreciables que desconocen los principios éticos del buen gobernante, que carecen de las necesarias virtudes para ordenar la vida de una comunidad y que lo único que les da pavor es perder el puesto.
Ésa es la razón por la no les importa traicionar sus conciencias, aun a sabiendas de que están gobernando injustamente.
Todo con tal de complacer a sus jefes ocultos o visibles y, por ende, para no caer en desgracia.
Exactamente lo mismo que hizo Poncio Pilatos.
Ni duda cabe que elementos tan rastreros se encuentran muy lejos de cumplir con la vocación del político auténtico.
La política, una vocación que es noble por naturaleza porque exige rechazar cualquier injusticia sea que ésta provenga del mandato del jefe o de las presiones de una chusma inmoral y desorientada.
El verdadero político es el que sirve a su comunidad sin traicionar jamás su conciencia; aunque ello ponga en riesgo la posición conquistada después de tantos años.
El verdadero político es el que toma como modelo a santo Tomás Moro.
Sí, santo Tomás Moro, un intelectual de altos vuelos, defensor ardiente de la fe católica que, antes que traicionar su conciencia, prefirió ser decapitado.
Cuando se le pretendió convencer con el argumento dizque “democrático” de que se había quedado solo porque la mayoría se hallaba de parte del rey, nuestro personaje respondió danto toda una cátedra de doctrina política:
“No estoy obligado a amoldar mi conciencia al consejo de un reino contra el general consenso de la Cristiandad, porque por cada uno de vuestros ‘santos’ obispos yo tengo más de un ciento; y por cada consejo o parlamento vuestro, tengo yo todos los concilios de estos mil años. Y por este único reino tengo yo a toda la Cristiandad”.
¡Vaya que hay diferencias entre Poncio Pilatos y santo Tomás Moro!
Ambos tienen entre sí el mismo parecido que existe entre un huevo y una castaña.
Cuando nos acordamos del procurador romano que condenó a Jesús, viene a nuestra mente la imagen del tipo cobarde y acomodaticio que es capaz de vender a su madre antes que perder el poder.
Cuando mencionamos a santo Tomás Moro, viene a nuestra mente la imagen de un valiente mártir que, por disposición de san Juan Pablo II, fue declarado Patrono Universal de todos los políticos.
¡Vaya que hay diferencias!
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