Si deseamos responder con solidez la pregunta que da título a este artículo, preciso será analizar dos palabras que –aunque parecidas- tienen diferentes significados: Legalidad y legitimidad.
*Legalidad: Consiste en el cumplimiento de los requisitos necesarios para que una norma tenga carácter de ley.
*Legitimidad: Consiste en la justicia intrínseca de norma o sea que la misma se halle en plena concordancia con las exigencias del Derecho Natural.
Según esto, una norma jurídica –como es el caso de la ley que autoriza el aborto- puede ser legal ya que fue aprobada por un Congreso; pero, al ser injusta porque autoriza el asesinato de un niño no nacido que no puede defenderse, dicha norma resulta ilegítima.
Y cuando una norma ilegítima –aunque sea legal- se encuentra en vigor no existe obligación de acatarla.
Eso fundamenta el derecho que tienen los médicos que se oponen al aborto de negarse a realizando apoyándose en la objeción de conciencia.
Eso fundamenta el derecho que tiene un pueblo no solamente a desobedecer sino incluso a oponerse a los caprichos de un tirano que atropella los derechos humanos.
En su Encíclica “Sapientiae Christianae” el Papa León XIII nos dice lo siguiente:
“No solamente es un derecho sino una obligación, porque cuando un poder tiránico persigue los valores fundamentales –como pudieran serlo la religión o la patria- no sólo hay el derecho de resistir sino el deber y la obligación en conciencia de resistir al poder tiránico”
Según Santo Tomás de Aquino, para que una guerra sea lícita deben darse tres condiciones: Que la causa sea justa, que exista posibilidad razonable de victoria y que exista la recta intención de compensar los males derivados de la insurrección.
Veamos ahora si dichas condiciones se dieron en el caso de la rebelión cristera:
- Causa justa: En el momento en que, tanto el dictador Calles como el Sistema que lo apoyaba vulneraban el derecho natural de profesar la religión a la vez que atropellaban todos los demás derechos asesinando a sus opositores, no nos cabe la menor duda de que combatir al desorden impuesto era una causa más que justa.
- Que exista una posibilidad razonable de éxito: Tras casi tres años de conflicto, el movimiento cristero se hallaba en su apogeo puesto que sus principales generales disponían de 25 mil hombres armados en el Occidente de México.
Asimismo, en el resto del país, había más de 25 mil cristeros en armas.
Por su parte, el general Amaro, secretario de Guerra, no podía poner en línea más de 70 mil hombres puesto que en un año, de esos 70 mil habían desertado más de 20 mil.
- Intención recta de compensar los males derivados de la insurrección: Tanto los jefes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa como los militares cristeros de mayor jerarquía tenían plena conciencia de que, en el momento en que la Iglesia recobrase la libertad perdida, Ella misma sería la primera en impulsar importantes obras de beneficio social.
Que no se olvide como, a lo largo de la Historia, si una institución ha habido que se haya preocupado por el progreso de los más necesitados ésa ha sido la Iglesia.
Baste recordar la gran cantidad de escuelas, asilos, orfanatorios e incontables instituciones en las cuales, movidos únicamente por la caridad, los religiosos atienden a quienes acuden pidiendo ayuda.
Hubo un último intento por convencer a Calles para que derogase las leyes persecutorias, pero no tuvo éxito ya que, en un alarde de prepotencia, el dictador exclamó:
-Solamente tienen ustedes dos caminos: Las Cámaras y las armas y para las dos estoy preparado.
Las Cámaras rechazaron la petición de más de un millón de católicos.
No quedaba más recurso que el de las armas.
Fue entonces cuando, haciendo uso de una legitimidad que les confería el Derecho Natural, los cristeros se lanzaron al monte dispuestos a combatir un Sistema que –a pesar de ser legal- era ilegítimo.
Y por si existiera alguna duda acerca de la legitimidad de la lucha cristera, vale la pena mencionar el apoyo moral que, por medio de una Carta Pastoral, les dio el arzobispo de Durango, monseñor José María González Valencia. Citamos textualmente:
“Nos nunca provocamos este movimiento armado. Pero una vez que, agotados los medios pacíficos, ese movimiento existe, a nuestros hijos católicos que anden levantados en armas por la defensa de sus derechos sociales y religiosos, después de haberlo pensado largamente ante Dios, y de haber consultado a los teólogos más sabios de la ciudad de Roma, debemos decirles: Estad tranquilos en vuestras conciencias y recibid nuestras bendiciones…”
Consideramos que el tema de la legitimidad de los cristeros es un tema muy oportuno en este año en que se cumple medio siglo de que un catedrático francés, Jean Meyer, publicó en México “La Cristiada” libro que estudia el tema científicamente, a conciencia y sin ninguna clase de prejuicios.
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