¿En vísperas de otra persecución religiosa?

Iniciamos este comentario citando un consejo que se encuentra en el Evangelio de San Marcos: “Aprended de la higuera de la parábola. Cuando sus ramas están tiernas y echa hojas, conocéis que está próximo el verano” (Marcos l3, 28)

Sería una irresponsabilidad no aprender de lo que ocurre con la higuera.

Esto viene a tema porque Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, anunció que el 2 de julio habría de constituirse una comisión ministerial cuya finalidad no es otra más que la de ordenar a los monjes benedictinos que abandonen el Valle de los Caídos.

Al conocer esta noticia, no nos cabe la menor duda de que son ya muchas las señales que se dan en una misma dirección para ingenuamente pensar que se trata de meras coincidencias.

Y así como la higuera da una serie de señales que indican que el verano está próximo, de igual manera pensamos que el actual gobierno social comunista español ha venido dando una serie de señales que indican que está por iniciarse una feroz persecución religiosa.

Fue hace algunos años cuando un dirigente de PODEMOS expresó su deseo de que fuera destruida la monumental Cruz que corona la Abadía de Cuelgamuros.

Afortunadamente, de momento tal pretensión no se llevó a cabo; sin embargo, la idea anida en el subconsciente de dichos sujetos.

Asimismo, los ataques contra el clero, basándose en reales o hipotéticos abusos pederastas, son cada vez más frecuentes.

Y no digamos de las películas, obras de teatro o programas de televisión en los que se ridiculiza a curas, monjas e incluso obispos.

Y ahora viene la intentona pro expulsar a los benedictinos del Valle…

No hay duda: Las ramas de la higuera están tiernas y están empezando a germinar las hojas.

A la vista de todo lo anterior -si llega a consumarse la expulsión de los benedictinos- es casi seguro que la Iglesia en España sufrirá una persecución de iguales o mayores dimensiones a la que tuvo lugar durante la II República.

No olvidemos que, apenas llevaba un mes en el poder, cuando, en mayo de 1931, el gobierno republicano toleró o tal vez ordenó que fuesen incendiadas una gran cantidad de iglesias madrileñas.

Vinieron después, ya en plena guerra civil, el asesinato de infinidad de sacerdotes, religiosos, monjas e incluso de varios obispos.

Los enemigos de la Fe Católica -a diferencia de los católicos de a pie- SÍ han sabido aprender las lecciones del pasado, razón por la cual han decidido no actuar de modo irreflexivo y precipitado sino más bien por etapas.

Eso explica la tenaz campaña descristianizadora que se llevó a cabo durante más de una década en tiempos de Felipe González..

Pues bien, una vez con una sociedad en gran parte agnóstica y relativista, el terreno se encuentra ya abonado para que se dé una abierta persecución religiosa sin provocar un fuerte repudio popular.

Ahora bien, consideramos que esta nueva etapa -que se inicia con la expulsión de los benedictinos- puede frenarse si lo impiden autoridades eclesiásticas, concretamente los obispos.

Que no se confíen los monseñores pensando que se trata de un simple pleito del gobierno contra los monjes de San Benito.

Craso error pensar así. El proyecto está muy bien orquestado y es a largo plazo para que después de los benedictinos, sigan con tras órdenes religiosas y posteriormente se dediquen a clausurar templos, profanar santuarios y a emprenderla directamente contra destacados personajes de la Iglesia.

Esa es la razón por la cual, curándose en salud, monseñor Luis Arguello, presidente de la Conferencia Episcopal Españo0la, debería mover sus influencias en el Vaticano para que desde Roma paren el atentado.

Que no se olvide que el status jurídico de la basílica se apoya en fundamentos pontificios, razón por la cual es la Iglesia, solamente la Iglesia -y no el gobierno- la única que puede decidir el destino del recinto de Cuelgamuros.

Confiemos en que tanto don Luis Arguello, como el Cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, no miren para otro lado porque si se desentienden del problema vendrá a continuación una avalancha anticlerical de la cual ello serán las primeras víctimas.

Ante la aparente indiferencia episcopal, finalizamos este comentario citando una angustiosa pregunta que se encuentra en el Salmo 9:

“¿Por qué, Yahveh, te escondes en las horas de angustia?”.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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