El Covid-19 ha traído de la mano un tema que, si llega a desarrollarse, puede volverse preocupante: la eutanasia.
Con motivo de esta pandemia del coronavirus (también llamada Covid-19) que, de momento, aquí en México no ha alcanzado los espeluznantes niveles de otros países, empiezan a verse ya síntomas preocupantes.
Desde luego que es algo evidente que la pandemia va en ascenso y que, si no tomamos las debidas precauciones, aquí podemos estar igual que en Estados Unidos, Italia o España.
De momento, aparte de repetirnos con machacona insistencia que debemos lavarnos las manos y tapar el rostro con cubrebocas, la solución parece encontrarse en el hecho de que nos quedemos en casa.
Buena propuesta, sólo que, lamentablemente, los únicos que podrán acatarla serán quienes no tengan necesidad de trabajar para vivir.
Porque –y ése es otro problema– quienes se vean forzados a salir para vender o repartir mercancías, aunque no quieran, tendrán que arriesgarse y enfrentarse al peligro.
Bien podría decirse que la orden que impone el QUÉDATE EN CASA se transforma en una norma clasista puesta que solamente podrán acatarla quienes pertenezcan a las clases media y alta; en cambio los de abajo tendrán forzosamente que salir de sus domicilios.
En otro orden de ideas, esta pandemia del Covid-19 ha rozado tangencialmente un tema que, si llega a desarrollarse, puede volverse preocupante.
Nos referimos a la eutanasia que algunos llaman “muerte digna” y que consiste en privar de la vida a quien están sufriendo demasiado y no tiene ya oportunidad de recuperarse.
Esta “cultura de la muerte” se ha difundido mucho en Europa, especialmente en Holanda en donde –ante el temor de ser asesinados– cada vez son más los ancianos que llevan consigo un documento en el cual expresan su oposición a la eutanasia.
Ocurre en Holanda que un anciano que se enferma y vaya a dar con sus huesos a un hospital tiene muchísimas posibilidades de que salga amortajado rumbo a una funeraria.
Muchos defienden la eutanasia diciendo que debe aplicarse para que el enfermo deje de sufrir.
¿Están seguros de lo que están diciendo? Si aplican la eutanasia… ¿Por qué lo hacen?… ¿Quién desean que deje de sufrir? ¿El enfermo o los parientes que lo cuidan?
Y es que, desgraciadamente, en el mundo egoísta que nos ha tocado vivir, los ancianos y enfermos incurables –no importa si son abuelos, padres o hermanos– se han convertido en un estorbo del cual hay que librarse cuanto antes.
Quienes defienden la eutanasia se apoyan en que el enfermo debe morir con dignidad.
Y es entonces cuando surge la gran pregunta: ¿Qué es morir con dignidad?
Morir con dignidad no es precisamente morir sin dolores sino más bien aceptando la muerte como algo inevitable que está a punto de producirse.
Y al tomar conciencia de que la muerte es algo inevitable y próximo, el enfermo puede tener tiempo de arreglar asuntos pendientes como pudiera serlo poner en orden propiedades y documentos, disponer de sus bienes haciendo testamento y –lo más importante– poniendo en paz su conciencia mediante una buena confesión.
El enfermo que sufre terribles dolores no quiere la muerte; lo que pide –aunque sea a gritos– es que desaparezcan sus dolores y que sus seres queridos le den cariño y protección.
Todo lo que hemos dicho acerca de la eutanasia viene a tema porque –con motivo del crecimiento exponencial de la pandemia– aquí en México se llegó a proponer que, si llegasen a faltar camas en los hospitales, se le daría preferencia a los más jóvenes; en cambio los más viejos se verían abandonados a su triste suerte.
Una manera muy sutil de ir preparando la mentalidad de la gente para que se vaya aceptando la eutanasia.
De momento, la norma quedó confusa y tal parece que tan inhumana medida no será aplicada.
No obstante, la amenaza está presente y los partidarios de la eutanasia no pierden el tiempo, razón por la cual se encuentran al acecho…
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