Otro año que septiembre llega a nosotros. Un mes que se viste con los tres colores de la Enseña Nacional y que para los mexicanos tiene un significado muy especial porque nos emociona sentir cómo el patriotismo corre por nuestras venas.
Ahora bien… ¿En realidad sabemos en que consiste en Patriotismo?
Es muy importante responder acertadamente dicha pregunta porque si nos equivocamos corremos el riesgo de pensar que todo se reduce a dar de gritos la noche del 15 de septiembre, a poner banderas en nuestros coches y balcones o en echarle porras al futbolista que haya metido más goles en un Mundial de Futbol.
Con el propósito de dar una respuesta sólida a dicha pregunta acudiremos a un personaje de los tiempos modernos que fue también un gran patriota.
Nos referimos a San Juan Pablo II, el Papa que vino desde un país lejano, que amó profundamente a su natal Polonia y que, cuando vio que su patria estaba en peligro de ser invadida por los tanques soviéticos, tuvo el valor y la osadía de decirle a los amos del Kremlin que, si eso llegara a ocurrir, él sería el primero en ponerse al frente de las tropas polacas para organizar la resistencia.
Pues bien, será San Juan Pablo II quien en su libro “Memoria e Identidad” nos aclare la cuestión:
“La expresión ‘patria’ se relaciona con el concepto y la realidad de ‘padre’ (páter). La patria es en cierto modo lo mismo que el patriotismo, es decir, el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados…” (Memoria e Identidad. Planeta mexicana. Página 80)
Ahora bien, esto no se refiere únicamente al territorio sino también a los valores y elementos espirituales que integran la cultura nacional.
La patria sería el conjunto de personas (en nuestro caso más de 130 millones de mexicanos) asentados en un territorio, pero poseedores de valores de los cuales dicha comunidad tiene cabal conciencia.
¿Y cuáles serían dichos valores? La religión, el idioma, la cultura, la historia, las tradiciones y la conciencia de poseer un ideal común.
Y entrando ya en la definición concreta de patriotismo, San Juan Pablo II nos dice lo siguiente:
“Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma consideración geográfica” (Ídem. Página 87)
Así pues, el verdadero patriotismo no consiste en ponernos eufóricos siempre que llega septiembre, sino más bien en conservar, transmitir y defender los valores que heredamos de nuestros ancestros.
Esa es la razón por la cual es muy importante conocer nuestra historia porque gracias a su conocimiento podremos encontrar la explicación a lo que está ocurriendo y saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
El buen patriota defiende su idioma por ser un valioso vínculo de unidad.
Considerando que la religión católica –y de modo especial la devoción guadalupana- es el molde donde se forjó la nacionalidad mexicana, un buen patriota es el que defiende catolicismo y guadalupanismo.
Cuando en 1767 un bárbaro decreto expedido por el rey Carlos III de España expulsó de sus dominios a todos los miembros de la Compañía de Jesús, los jesuitas mexicanos desterrados en Italia manifestaban con orgullo su nacionalidad venerando pinturas e imágenes de la Virgen de Guadalupe; para ellos la Guadalupana era un símbolo de identidad nacional que les recordaba a la patria lejana.
Y concluimos con una atinada reflexión del inolvidable San Juan Pablo II
“Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el Decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término ‘pietas’, resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y la veneración que se debe a los padres porque representan para nosotros a Dios Creador…” (Ídem. Página 86)
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