Los chiles en nogada es un platillo que parece elaborado por ángeles del cielo en una ciudad que es precisamente conocida como la Puebla de los Ángeles.
Tardes lluviosas las de esta temporada, tardes que nos invitan a la intimidad de una cena entre amigos y, aprovechando la tradición, saborear unos deliciosos chiles en nogada.
Y es que siempre por estos días del año -entre finales de agosto y mediados de septiembre- los típicos chiles en nogada no pueden faltar en la mesa de todo aquel que se jacte de ser un buen mexicano.
Una tradición que este año cumple doscientos años y cuyos orígenes nos dan mucha tela de donde cortar.
Como es ya del dominio público, el autor de la Independencia Nacional no fue ni el cura Hidalgo, ni el cura Morelos; y mucho menos don Vicente Guerrero.
El autor de nuestra Independencia fue un criollo de origen navarro y vizcaíno nacido en 1783 en la bellísima ciudad de Valladolid (hoy Morelia): Don Agustín de Iturbide y Aramburu.
Iturbide, por haber realizado la Independencia de un modo pacífico, unificando voluntades en torno a su Plan de Iguala, es considerado como el único libertador de la Nación Mexicana.
Es aquí donde quizás surja la duda: ¿Y qué tiene que ver todo esto con los chiles en nogada? Mucho y a continuación explicaremos el por qué.
Era el mes de agosto de 1821. La Independencia -una vez firmados los Tratados de Córdoba- era ya un hecho, razón por la cual México entero aclamaba a un Iturbide que era considerado como el hombre que la Providencia le había dado a nuestro pueblo cuando éste más lo necesitaba.
Pues bien, procedente de Córdoba donde había firmado dichos Tratados y camino a la Ciudad de México, el Libertador pasó por Puebla y allí se detuvo en el convento de Santa Mónica.
Y fue entonces cuando se dio la curiosa circunstancia de que Iturbide se hospedó en dicho lugar precisamente el 28 de agosto, fiesta de San Agustín, o sea en el día de su santo.
Y como las monjitas que allí moraban (agustinas) deseaban agasajar al Libertador de un modo especial, fue que decidieron elaborar en su honor un original platillo.
Fue así como nació el más patriótico de todos los platillos conocidos hasta el momento: Los chiles en nogada.
Considerando que los colores que identificaban a la nueva nación eran el verde (Independencia), el blanco (fe católica) y el rojo (unidad de españoles y mexicanos), las piadosas monjitas decidieron elaborar un platillo que luciese dichos colores.
Quienes nos hemos deleitado saboreando esa obra de arte de la cocina mexicana que son los chiles en nogada, vemos como, efectivamente, allí se encuentran los tres colores de nuestra Enseña Nacional.
El color verde lo da no tanto el chile que suele ir capeado sino más bien el perejil, el blanco lo da la salsa hecha con nueces de almendra y el rojo lo dan los granos de la granada.
Un platillo que parece elaborado por ángeles del cielo en una ciudad que es precisamente conocida como la Puebla de los Ángeles.
Haciéndose eco de la creciente veneración popular hacia el Héroe de la Paz que ponía fin a tanta guerra y desolación, aquellas santas mujeres quisieron poner su granito de arena honrando a su modo -y de una manera exquisita- al Libertador.
Y es que todos los mexicanos estaban felices por la Independencia que Iturbide les brindaba.
Desde entonces han pasado dos siglos no sólo de la confección de uno de nuestros más tradicionales platillos, sino de que México tomó conciencia oficial de que tenía ya la suficiente mayoría de edad para decidir por sí mismo su propio destino.
2021, año glorioso a pesar de la terrible pandemia que nos azota porque celebramos el Bicentenario de nuestra Independencia al mismo tiempo que celebramos también los doscientos años de los chiles en nogada y -por supuesto- de la Bandera Nacional.
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