Cuando hablamos de la patria mexicana no nos referimos únicamente al territorio; pensar eso sería tener una visión mutilada.
Nuevamente nos hallamos en septiembre, mes tan querido por todos nosotros porque nos hace sentir más mexicanos que nunca al sentir como el patriotismo corre con fuerza por nuestras venas.
Ante ello, es lógico que nos preguntemos: ¿En realidad sabemos en qué consiste el patriotismo? ¿Acaso todo se reduce a gritar con euforia la noche del 15 de septiembre, a poner banderas en nuestros coches y ventanas o a echarle porras a la selección nacional?
Por considerar que se trata de un tema de gran solidez doctrinal, acudimos a san Juan Pablo II para que nos ilumine con su sabia y profunda doctrina.
Aquel inolvidable pontífice que supo amar profundamente a su natal Polonia y que se autodefinió como “papa mexicano” define la verdadera esencia del patriotismo:
“La expresión ‘patria’ se relaciona con el concepto y realidad de ‘padre’ (páter). La patria es en cierto modo lo mismo que el patriotismo, es decir, el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados… La patria es, pues, la herencia y a la vez el acervo patrimonial que se deriva; esto se refiere ciertamente a la tierra, al territorio. Pero el concepto de patria incluye también valores y elementos espirituales que integran la cultura de una nación”. (Memoria e identidad. Planeta Mexicana. Página 80).
Esto es muy importante: Cuando hablamos de la patria mexicana no nos referimos únicamente al territorio; pensar eso sería tener una visión mutilada.
La patria, tomando en cuenta lo que nos dice san Juan Pablo II, sería un conjunto de personas asentadas en un territorio que poseen unos valores de los cuales esa comunidad tiene plena conciencia.
¿Y cuáles serían esos valores? La religión, el idioma, las tradiciones y –lo más importante– sentirse vinculados por un ideal común. Y aun cuando los miembros de dicha comunidad residan fuera del territorio, si mantienen la conciencia de que dichos valores les pertenecen, será entonces cuando se habrá creado el vínculo conocido como nacionalidad. ¿Y qué nos dice san Juan Pablo II con respecto al patriotismo?
“Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio. Cualquier amenaza al gran bien de la patria se convierte en una ocasión para verificar este amor”. (Ídem. Página 87).
Si analizamos la definición anterior, podemos concluir que el verdadero patriotismo no consiste tanto en ponernos eufóricos cuando llega septiembre sino más bien en conservar, transmitir y defender los valores que nos heredaron nuestros antepasados.
Esa es la razón por la cual es muy importante conocer nuestra historia; solamente conociéndola podremos encontrar la explicación a lo que está ocurriendo y, por lo tanto, saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos.
Es muy importante proteger nuestro idioma, por ser un valioso vínculo de unidad.
Es fundamental proteger nuestro territorio, así como nuestro entorno ecológico porque se trata de la casa común donde todos vivimos.
Es básico conocer, difundir y defender nuestras tradiciones porque son las que nos dan un estilo propio. Ni duda cabe que el hecho de cumplir –puntual y eficazmente– los deberes cívicos es una prueba irrefutable de que nuestro patriotismo es sincero.
Y, por supuesto, considerando que la religión católica –y de modo muy especial la devoción guadalupana– es el molde donde se forjó la nacionalidad mexicana, un buen patriota será quien defienda catolicismo y guadalupanismo.
Resumiendo todo lo anterior, comprendemos ahora que el patriotismo no es una simple emoción de temporada.
Por el contrario, el auténtico patriotismo es algo que debe estar vigente todo el año, debido a que nos impulsa a conocer, difundir y defender una serie de valores sin los cuales nuestra existencia no tendría ningún sentido.
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