Tanto AMLO como Morena desean que el INE desaparezca y, si ello no fuese posible, contar al menos con consejeros leales que les permitan seguir teniendo una Cámara de Diputados a su servicio.
Después de ver la violencia desatada en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), si acaso alguien tuviese alguna duda, consideramos que ya la certeza es evidente: Al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) le urge desprestigiar al INE.
Un INE que –a pesar de presiones, calumnias y violencia– cuenta con la confianza de cerca del 60 por ciento de los mexicanos (59.6% para ser exactos, según encuesta del Inegi).
Y es que a AMLO le urge quitar de en medio ese baluarte de la democracia que lucha por la supervivencia contra viento y marea.
Cuando AMLO acusa al INE de ser conservador tiene razón debido a que lo que dicho Instituto pretende es hacer cumplir la Constitución, lo cual equivale a conservarla y conservar la Constitución equivale a conservar la Justicia.
Así pues, no hay duda, el INE es conservador.
Antiguamente, en tiempos del viejo Sistema, era la Secretaría de Gobernación la que organizaba las elecciones con lo cual el gobierno actuaba como juez y parte dentro del proceso electoral.
Aún recordamos aquellos controvertidos comicios de 1988 en los cuales el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, consumó uno de los más descarados fraudes de la historia reciente.
Manuel Bartlett, un tipo duro y sin escrúpulos, característico del viejo sistema y a quien AMLO premió poniéndolo al frente de la Comisión Federal de Electricidad.
Uno de los pocos contrapesos que tiene el actual gobierno es precisamente el INE, lo cual explica que se amenace tanto a su presidente Lorenzo Córdova como a los consejeros que lo integran.
A toda costa se pretende desprestigiarlo ya que, de ese modo, en caso de que, en las elecciones del 6 de junio, Morena perdiese el control del Congreso, lo más natural del mundo sería que se defendiesen diciendo que el INE les hizo trampa. Ya desde ahora se están curando en salud.
Tanto AMLO como Morena desean que el INE desaparezca y, si ello no fuese posible, contar al menos con consejeros leales que les permitan seguir teniendo una Cámara de Diputados a su servicio.
Una Cámara de Diputados que sea leal a los caprichos del presidente, así como una manada de gobernadores y presidentes municipales que se comporten como auténticos borregos.
En el momento en que AMLO logre centralizar todo el poder, en ese momento se habrá reconstruido la presidencia Imperial que tanto ha criticado Enrique Krause y que el Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, calificó como la Dictadura Perfecta.
Una dictadura perfecta en la cual no existan organismos autónomos y en la cual todos obedezcan.
Ahora bien, otro elemento digno de tomarse en consideración es que los mandatarios del viejo PRI (ya fuese Ruiz Cortines, López Mateos o Díaz Ordaz) con todo y ser autoritarios al menos se asesoraban de expertos; en cambio, en estos momentos el actual presidente pretende saberlo todo y fruto de dicha soberbia son las consecuencias que estamos lamentando.
En otro orden de ideas, aunque el INE no desapareciese, a quien los morenistas le traen ganas con un odio fuera de serie es a Lorenzo Córdova puesto que lo ven como un traidor.
El actual presidente del INE es hijo de Arnaldo Córdova, quien fuera uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano.
Sin embargo, Lorenzo Córdova, a pesar de tener ideas socialistas forma parte de una izquierda civilizada puesto que su formación la adquirió en Europa, gracias a lo cual fue posible que viera un mundo muy diferente al que deformó a sujetos como un Félix Salgado Macedonio o un Gerardo Fernández Noroña, integrantes de la izquierda más salvaje dentro de Morena.
Por eso, tanto porque le tienen envidia por su preparación cultural como porque lo consideran un traidor, harán hasta lo imposible para que la cabeza de Lorenzo Córdova les sea servida en un plato.
Entretanto, en medio de tanta violencia y confusión, es México la víctima principal.
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