La Piedad es un municipio del estado de Michoacán situado a hora y media de Morelia, que cuenta con una población aproximada de doscientos mil habitantes y que forma parte de lo que se conoce como Bajío michoacano.
La Piedad acaba de cumplir 490 años de existencia o sea que fue fundada antes de que a la Nueva España llegara como primer virrey don Antonio de Mendoza quien -dicho sea de paso- fue el fundador de Valladolid (hoy Morelia).
La Piedad es un pueblo que tuvo su origen en torno a una piadosa tradición que algunos califican de acontecimiento prodigioso y otros de simple leyenda: el hecho de que, en la Noche Buena de 1687, en el tronco de un árbol de tepame fuese hallada la imagen de un Santo Cristo. Una vez hecho público el hallazgo, se hizo un sorteo entre varios pueblos cercanos tocándole al menos habitado por aquel entonces (La Piedad) quien a partir de ese momento se hizo cargo de la Sagrada Imagen.
Pues bien, a partir de tan feliz momento, el pequeño pueblo fue creciendo en población e importancia. Crecimiento que, en gran parte, se debió a que cada vez eran más los devotos que deseaban venerar a quien era ya conocido como el Santo Señor de la Piedad.
En su Historia de la nación mexicana el historiador Mariano Cuevas, S. J. nos cuenta que, en septiembre de 1864, el Emperador Maximiliano dio el Grito en Dolores Hidalgo y que, desde allí se dirigió a Morelia pero que, antes de llegar a la capital michoacana, se detuvo en La Piedad.
La Piedad, con su conocido santuario labrado en cantera rosa, que cuenta con la cúpula más grande de Hispanoamérica, es un municipio que, al formar parte de ese granero de la patria que es el Bajío, suele producir cereales en abundancia lo cual favorece la cría de ganado, especialmente el porcino.
El actual presidente municipal de La Piedad, de extracción panista, responde al nombre de Alejandro Espinosa Ávila y gracias a un reportaje publicado por Maricarmen Rizo en La Nación (órgano informativo oficial del PAN) pudimos conocer datos de sumo interés.
El alcalde señala que son tres los principales ejes de su gobierno: Educación, imagen urbana e infraestructura.
*En el aspecto educativo, el alcalde señala que, con recursos propios del municipio (generados por el pago de predial) se han entregado más de diez millones de pesos en becas.
*En lo que respecta a la imagen urbana, Espinosa Ávila comenta que se están modernizando los accesos a la ciudad, así como mejorando con camellones para que la gente no se vea atrapada por el tráfico y pueda disfrutar de ese toque humanístico que favorece la convivencia.
*En el aspecto de infraestructura, el presidente municipal tiene el proyecto de construir más y mejores escuelas con aulas y espacios dignos para los pequeños.
Un alcalde que, según pudimos conocer gracias a tan documentado y veraz reportaje, es cercano a la gente puesto que suele pasear por las calles, entrar en contacto con sus gobernados y así -de manera directa- conocer cuáles son sus necesidades.
Y es así como -tras escuchar las inquietudes de la gente- el alcalde ha decidido colocar nuevas luminarias pensando, valga el ejemplo, en esas mujeres que, por causa de su trabajo, cuando sales de sus casas lo hacen muy temprano para regresar muy tarde a sus hogares.
Tan amplio y documentado reportaje, publicado en el número 2456 de La Nación, correspondiente al mes de enero de 2020 nos hace reflexionar.
Ni duda cabe que es en la patria chica (llámese parroquia o municipio) donde se empieza a conocer a amar a la patria grande. Quizás sea esa la explicación por la cual músicos y poetas suelen cantarle con especial emoción al “pueblito de mis amores”, canción que hicieran famosa Los Paladines allá por el lejano 1978.
Pues bien, no solamente es dentro del pequeño terruño donde se empieza a conocer y amar a México, sino que es allí, precisamente allí, donde el ciudadano tiene su primer contacto con las autoridades o sea con el Estado.
Y si dicho contacto es amigable -como ocurre en La Piedad- no nos cabe la menor duda de que el ciudadano se sentirá en familia y con ganas de contribuir al progreso primero de su pueblo y, posteriormente, del resto de la nación.
De manera muy diferente ocurren las cosas cuando el alcalde es un tiranuelo de esos que, llenos de soberbia y prepotencia, se dedican a maltratar y exprimir a sus ciudadanos.
Por lo que hemos leído en el citado reportaje, don Alejandro Espinosa Ávila pertenece a la primera categoría que es la de esos servidores que no tienen otro afán más que el de procurar el Bien Común de todos sus vecinos quienes -dicho sea de paso- son también sus amigos.
Y concluimos expresando un buen deseo: Por el bien de nuestra querida patria, deseamos que tan buen ejemplo cunda y que muy pronto en todo México haya muchos alcaldes como el de La Piedad.
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