Fue el domingo 12 de febrero de 2023 cuando en el diario REFORMA se publicó una encuesta que nos hace pensar: Según la misma, en 2012, se daban 17 divorcios por cada 100 matrimonios y nueve años después, en 2021, eran 33 los divorcios por cada 100 matrimonios.
La conclusión es que existe una tendencia al alza en los divorcios puesto que estos aumentaron casi al doble.
Baja el número de parejas que deciden casarse y en cambio aumenta el número de parejas casadas que deciden divorciarse.
Esto nos indica que las familias ya no son tan estables como lo fueron durante siglos.
Hace apenas algunas décadas este fenómeno era impensable.
Desde siempre la familia ha sido un pilar de estabilidad, un recinto sagrado donde se conservaron las tradiciones y en donde se transmitieron los valores.
Desgraciadamente, las bodas de plata (25 años de casados) se hacen ya cuesta arriba porque –según la misma encuesta- la duración promedio de los matrimonios que se disuelven es de quince años.
Y lo peor del caso es que –como consecuencia de lo anterior- muchas parejas, en lugar de casarse, prefieren vivir en unión libre o sea en concubinato.
El hecho de no casarse y vivir en concubinato ni garantiza la fidelidad que ambos necesitan mutuamente ni tampoco que se forme a sus hijos con unos valores que les permitirán ser hombres de bien y salir adelante.
En el momento en que en toda una generación predominan los divorcios o las parejas unidas en concubinato, en ese momento los hijos crecen a la deriva y sin el criterio suficiente para escoger entre lo justo y lo injusto.
Y cuando el fenómeno se generaliza y, por causa del divorcio, son cientos de miles dentro de la misma generación quienes carecen de valores lo que ocurre es que broten por doquier otros tantos cientos de miles desadaptados que acaben odiando a una sociedad con la cual nada tienen en común.
Las consecuencias no pueden ser peores: Esos cientos de miles, llenos de frustraciones, serán fácilmente atraídos por la tentación de obtener un dinero fácil que les concederá todo tipo de placeres.
Que nadie se extrañe si esa gran cantidad de jóvenes resentidos y desadaptados acaba uniéndose a las filas del crimen organizado.
Y es que en el momento en que se afilian a grupos de narcotraficantes estarán satisfaciendo dos bajas pasiones: Placer gracias al dinero fácil y venganza en contra de una sociedad de la cual no forman parte.
Pudiera parecer un poco de lugar tratar un tema que como el divorcio pudiera parecer anticuado siendo que hoy la sociedad padece problemas mucho más graves como son el aborto, el consumo de drogas, las uniones homosexuales, la eutanasia, etc.
Ciertamente que el proceso corruptor de nuestra sociedad va tan rápido cuesta abajo que hablar del divorcio parece que nos remite a aquellas épocas en las que nuestros abuelos se escandalizaban tan sólo al escuchar la palabra DIVORCIO.
Pudiera ser, no lo negamos pro –por lo que al principio hemos expuesto- una de las causas más importantes de todo este proceso desintegrador es precisamente el DIVORCIO.
Sí, un divorcio que produce niños huérfanos que crecen dentro de un medio hostil que los transforma en unos resentidos sociales que –en cuanto les es posible- acabarán vengándose de una sociedad a la cual culparán de todas sus tragedias.
El divorcio, como acertadamente lo dijera San Juan Pablo II, acaba produciendo “niños huérfanos de padres vivos”.
Urge un rearme moral de la sociedad y, más que andarse por las ramas, atacar las raíces de los males, una de las cuales es, sin lugar a dudas, el divorcio.
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