En la CDMX, aparte de mostrarle su puño amenazante el gobernador tapatío, lo que se hizo fue ir entrenando a las turbas para que en el futuro roben impunemente al tener la garantía de que a la policía se le ha prohibido intervenir.
Jornadas muy duras, realmente terroríficas, y que reportaron pérdidas millonarias fueron las que sufrieron durante los diez primeros días de junio México y Guadalajara, nada menos que las dos ciudades más importantes del país.
Tiendas y comercios no solamente saqueados sino incluso destruidos causando la ruina a sus propietarios que, si por algo se caracterizan, es por dar empleo y pagar impuestos.
En el caso de Guadalajara, los actos vandálicos eran consecuencia de las protestas por el asesinato de un joven en el municipio jalisciense de Ixtlahuacán de los Membrillos.
En el caso de la CDMX los actos vandálicos eran consecuencia tanto del asesinato del afroamericano George Floyd ocurrido en Minneapolis como también el joven asesinado en Ixtlahuacán de los Membrillos.
Graves destrozos causaron los vándalos al Palacio de Gobierno de Jalisco, siendo que el gobernador ninguna culpa tuvo en un asesinato cuya responsabilidad exclusiva corresponde a las autoridades municipales donde tuvo lugar el crimen.
En cuanto a los destrozos y saqueos que tuvieron lugar en la CDMX, se salvó la Casa de Jalisco gracias a que a tiempo se tomaron las debidas precauciones; por desgracia, no tuvieron la misma suerte aquellos comerciantes cuyos negocios estaban asentados a lo largo de Reforma, Avenida Juárez y Cinco de Mayo.
Y cosa curiosa que da mucho que pensar: Tanto el edificio donde tiene sus oficinas la Jefa de Gobierno de la CDMX como el Palacio Nacional no sufrieron ni el más leve rasguño.
Pocos días después, en el municipio oaxaqueño de Acatlán de Pérez Figueroa, otro joven fue también asesinado por la policía local. Otro crimen monstruoso que –a diferencia de los casos anteriores– no mereció ninguna protesta vandálica en la ciudad de Oaxaca, capital de dicho estado.
¿Qué está pasando? ¿Por qué razón un crimen de iguales características en un caso provoca protestas y destrozos y en el otro pasa indiferente?
Antes de responder a dichas preguntas, empezaremos diciendo que condenamos todo tipo de saqueo y vandalismo; razón por la cual respiramos con alivio al ver como los comerciantes oaxaqueños no padecieron el mismo infierno que sufrieron sus congéneres de Guadalajara y del Centro Histórico de la Ciudad de México.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué razón a unos sí y a otros no?
Muy sencillo. Si alguien ha dejado oír su voz protestando contra las políticas populistas y dictatoriales de AMLO es precisamente el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro.
En cierto modo, muchos le consideran ya como la voz fuerte de la oposición en contra del régimen actual.
Quizás por eso, por haberse enfrentado virilmente con el gobierno federal, por no dejarse manipular y –sobre todo– ante el temor de que pudiera crecer demasiado fue que el gobierno central decidió castigarlo.
Y para ello nada menor que, aprovechando un crimen en el cual ninguna responsabilidad tiene el gobernador, desde la CDMX enviaron turbas de agitadores para que atacasen en Palacio de Gobierno de Jalisco a la vez que causaban mil destrozos en las zonas aledañas.
Al mismo tiempo, en la CDMX, tomando también como pretexto dicho crimen, así como el que una adolescente hubiera sido pateada por elementos policíacos, las turbas no solamente intentaron destruir la Casa de Jalisco, sino que se dedicaron a destrozar e incitar a la plebe para que cometiese actos de rapiña.
En el caso de la CDMX, aparte de mostrarle su puño amenazante el gobernador tapatío, lo que se hizo fue ir entrenando a las turbas para que en el futuro roben impunemente al tener la garantía de que a la policía se le ha prohibido intervenir.
La ideología marxista de Claudia Sheinbaum muestra en este caso todo su odio a la propiedad privada a la vez que va entrenando a quienes serán sus milicianos a mediano plazo. Unos milicianos, disfrazados de vándalos, que, una vez que hayan robado y destrozado, le darán a las autoridades capitalinas el pretexto ideal para emitir un decreto con el cual confiscarán los comercios arruinados.
Y una última pregunta: ¿Por qué no ocurrió lo mismo en Oaxaca?
El gobernador oaxaqueño, Alejandro Murat es un aliado incondicional de AMLO. Por lo tanto, respetándolo a él se le está enviando un mensaje a los demás gobernadores.
Un mensaje que se resume en la siguiente frase: No tendrás problemas si haces lo que yo digo. En cambio, si te pones al brinco, te atienes a las consecuencias.
En fin… son los tiempos de la 4 T.
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