En los últimos meses, Boric censuró tanto la dictadura del venezolano Nicolás Maduro así como el fraude electoral cometido en Nicaragua por Daniel Ortega.
Como es ya del dominio público, después de celebrarse la segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas, los resultados dieron como ganador –con un amplio 55%- al izquierdista Gabriel Boric quien el cada vez más próximo 11 de marzo se convertirá en el nuevo presidente de Chile.
De inmediato se desplomaron los mercados bursátiles a la vez que se inició la fuga de capitales.
Y es que la gente –especialmente los empresarios- tiene miedo de que se repita aquella vieja historia que se inició con Salvador Allende hace más de medio siglo.
Desde luego que la victoria de un izquierdista radical allá en la hermana nación andina hace suponer que Chile se integrará al grupo de naciones izquierdistas integrado por México, Honduras, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Perú y Argentina.
El triunfo de Boric se debió a que recibió el apoyo aplastante de un sector cuya edad promedio oscila alrededor de los 40 años y en cambio aquellos cuyas edades son superiores a los 60 votaron el bloque por el candidato derechista José Antonio Kast.
Que bien se nota que los más jóvenes ignoran lo que pasó en Chile durante el trienio allendista; en cambio los más viejos aún tienen frescos en su memoria aquellos tiempos aciagos de carestía, inflación, desempleo, expropiación de empresas y –lo más grave- el intento de golpe de estado proyectado por Allende para imponer el comunismo y aliarse con la Cuba de Fidel Castro.
Una intentona que fracasó gracias al golpe dado por Augusto Pinochet y que salvó a Chile de la barbarie.
Pinochet frenó en seco al comunismo, impidió que Chile se convirtiera en otro satélite de la Unión Soviética, arregló las finanzas públicas, libró a su patria de los terroristas y recuperó para su patria un sistema democrático que había sido ejemplar.
Y decimos que recuperó la democracia porque, respetando los resultados adversos de un referéndum, entregó pacíficamente el poder en 1990.
Pues bien, con el triunfo de Boric parece repetirse la historia y que los chilenos volverán a padecer aquellos tiempos amargos del populismo socialista.
Sin embargo, quien esto escribe tiene sus dudas…
¿Es Gabriel Boric tan radical como parece? ¿Qué obstáculos encontrará en su intento por implantar un sistema socialista?
Por lo pronto diremos que, en los últimos meses, Boric censuró tanto la dictadura del venezolano Nicolás Maduro así como el fraude electoral cometido en Nicaragua por Daniel Ortega.
Claro está que dichas condenas las hizo en plena campaña y quizás hayan formado parte de una estrategia electorera encaminada a captar el apoyo de los votantes indecisos.
Pudiera ser que, una vez en el Palacio de la Moneda, se quitase la máscara, mostrase su verdadero rostro y fuese el primero en apoyar a las dictaduras de dichos países.
Ahora bien, otro elemento que hay que tener en cuenta es el hecho de que Gabriel Boric tendrá que vérselas con un Congreso dividido en el cual una mitad son izquierdistas y la otra son derechistas.
Esto significa que, si desea sacar adelante sus proyectos, Boric necesariamente tendrá que negociar con los diputados y senadores moderados de centro derecha que no estarán dispuestos a entregarle todo en bandeja de plata.
Eso sin contar que el pueblo chileno es un pueblo culto que no quiere perder el altísimo nivel de vida de que disfruta.
Un pueblo que no tiene el bajísimo nivel cultural de los hondureños, los bolivianos y los nicaragüenses, pueblos que son manipulados con facilidad.
Al mismo tiempo, Gabriel Boric hereda un conflicto ancestral: La reclamación que Bolivia le hace de la salida al mar que perdió hace más de un siglo.
Si Boric –algo imposible- le concediera a Bolivia dicha salida, se encontraría con la oposición del Perú que rechazaría que dicha salida se diese por territorios que antaño fueron peruanos.
¿Estaría dispuesto Boric a ceder tanto al Perú como a Bolivia dichos territorios? Si eso hiciera, el territorio chileno se reduciría en una tercera parte lo cual le generaría la animadversión popular.
Ahora bien, si dejase las cosas como están y no le concediera al Bolivia la salida al Pacífico, se enfrentaría con los gobiernos de dos países con los que le une la afinidad ideológica.
En fin, Boric no la tiene fácil y todo hace suponer que habrá de toparse con más de una sorpresa.
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