En vista de que, por necesidad nos vemos obligados a permanecer en casa, habrá que sacar ventaja de la nueva situación.
Sin llegar a los extremos patéticos que, por causa de la pandemia del coronavirus se están padeciendo en otras partes del mundo (especialmente Italia y España) aquí en México la situación ofrece también un panorama bastante incierto.
A pesar de que AMLO pretende tranquilizar a la opinión pública exhibiendo “detentes” con la imagen del Sagrado Corazón –algo totalmente fuera de lugar– la gente está tomando conciencia de la realidad.
Prueba de ello es que cada vez se ve menos gente en las calles, comensales en los restaurantes, clientes en los centros comerciales y feligreses en los templos.
Así como la pandemia se propaga en proporción exponencial, de igual manera, también en proporción exponencial va cayendo la popularidad del presidente.
Y es que el pueblo exige un gobierno que no le mienta, que le ofrezca confianza, que lo tranquilice y –lo más importante– que adopte las convenientes medidas sanitarias para evitar que tan letal virus se siga extendiendo.
Quien vea en televisión noticieros internacionales y pueda informarse de lo que está ocurriendo en Europa, de inmediato, toma conciencia de que aquí puede darse una situación igual o peor de peligrosa.
Afortunadamente, ya no estamos en aquellos tiempos confusos del viejo Sistema en el cual el PRI–Gobierno manipulaba a la opinión pública gracias a que controlaba los medios.
Eran los tiempos en que el público no podía escoger un noticiero que fuese de su preferencia, sino que el Sistema le imponía a un comunicador que usaba lentes y al que siempre caracterizaba una sonrisa burlona.
Aquel sujeto (olvidemos su nombre) cumplía a las mil maravillas con la misión de manipular que el Sistema le había encomendado.
De haberse dado esta pandemia en aquellos tiempos, quizás nos ocultasen lo que está ocurriendo en Europa y el señor de la irónica sonrisa pretendería hacernos creer que lo que aquí ocurría era un cuento inventado por los adversarios neoliberales.
Afortunadamente, desde que, en el año 2000, se dio la alternancia con Vicente Fox, la situación empezó a cambiar y, al existir una mayor oferta informativa, resulta casi imposible engañar a la gente.
Eso explica que las ciudades no le hagan caso a lo que diga AMLO y que cada quien procure tomar las medidas que considere más oportunas.
Esa es la razón por la cual, aunque nos muestren estampitas e incluso un trébol de cuatro hojas, la gente procura aislarse para evitar el contagio.
Desde luego resulta sintomático el giro de ciento ochenta grados que, en unos cuantos días, dio la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México: De permitir que más de sesenta mil personas se expusieran al contagio en el concierto de VIVE LATINO, en estos momentos casi le ruega a la gente que permanezca en sus casas.
Y lo mismo están haciendo varios gobernadores, grupos empresariales, rectores de universidades, etc., etc., etc.
Ahora bien, en vista de que, por necesidad nos vemos obligados a permanecer en casa, habrá que sacar ventaja de la nueva situación.
Anda por ahí un dicho que nos aconseja que si la vida nos da limones que hagamos limonadas.
Pues bien, en vista de que, al hallarnos en un encierro forzoso y tener más tiempo para convivir con nuestros seres más cercanos, habrá que aprovechar la oportunidad.
No sabemos cuánto durará este aislamiento doméstico que apenas empieza; pueden ser algunos días (no lo creo) pueden ser varias semanas o tal vez un período indefinido.
Tomando siempre las necesarias medidas para evitar contagios, aprovechemos para acercarnos a esos hijos que solamente vemos cada fin de semana.
Aprovechemos para conocerlos mejor, interesarnos por sus problemas, darles un consejo y ayudarles en su proceso formativo.
Platiquemos con ellos, juguemos con ellos, contémosles anécdotas familiares que en tiempos pasados nos contaron nuestros padres y abuelos.
Dentro de la incertidumbre causada por la terrible pandemia, se nos presenta una gran oportunidad para estrechar lazos familiares que quizás se hallaban deteriorados.
En una palabra, aprovechemos para unirnos en torno a la solidaridad que brota de los vínculos familiares.
Si logramos éxito en este proceso de acercamiento, podríamos ver cómo (aunque suene cursi) se hace realidad aquello de que logró darse el amor en los tiempos del coronavirus.
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