Es necesario tener la certeza de que si cambio yo, empezará a cambiar mi entorno.
Opiniones encontradas respecto de los actos violentos de manifestación que algunas mujeres han encabezado en días pasados. Pocos dicen que están con ellas, muchos las señalan, pero pocos o casi nadie o nadie se pregunta ¿cómo cambiar esto?
Todo problema social nos indica una carencia. Y aquí no es la excepción. Nos encontramos con personas que, argumentando sus familiares (específicamente mujeres) han sido víctimas de algún delito, demandan justicia participando en este tipo de manifestaciones.
¿Está bien, está mal? Hacer un juicio siempre hace que alguien sea inocente u otro sea culpable. No se trata de representatividad “a mí sí me representan” o “a mí no me representan”. El problema es más de fondo: la violencia está llamando más violencia.
La delincuencia está generando otros espacios donde se piensa que la solución a los problemas es el reclamo por medio de la agresión física. Preocupante que los actos vandálicos sean la bandera que represente la lucha por erradicar feminicidios, abusos sexuales, etcétera.
Pensar en una nueva forma de expresar este repudio podría llevar a ver las causas y no sólo a las consecuencias. He ahí donde todos tenemos responsabilidad, pues en la medida en la que seamos causa y no solo efecto, es como todo puede ser distinto.
Y todo nos lleva a concretar que la educación es la cirugía mayor que requerimos como sociedad. De ahí se desprende todo: buenos maestros que formen buenos ciudadanos. Centros escolares que hagan de la familia un aliado y no un contrario. Espacios donde los estudiantes valoren y orienten su criterio hacia decisiones que los beneficien y los haga ser corresponsables con los demás. De aquí se desprende que mañana un joven piense muchas veces la ocasión de ser delincuente.
Como vemos, la tarea es de todos, el problema es cíclico y no escaleno como se ve ante lo que los medios de comunicación expresan. Así que la tarea del gobierno es desde su trinchera, dar sentido a su autoridad política y adentrarse a enriquecer paralelamente leyes y acciones.
Nadie comparte la idea de que un familiar de sexo femenino sea agredida. La pregunta es ¿cuántos comparten que saliendo a las calles a destrozar inmuebles dará solución a ello?
Necesitamos un orden mental, emocional y por ende social. Si yo no me comporto bien, no puedo exigir que otros lo hagan. Si yo no soy alguien que suma, no puedo llegar a restar o dividir. Si yo no soy coherente conmigo, es difícil que mi palabra sea escuchada, porque mis hechos gritarán más que no dejarán oír lo que digo.
Los canales de solución están ya abiertos, sólo es cuestión de confirmar que ese el camino. No hagamos caso omiso a tantísimos documentos y declaraciones que hay sobre la paz; ahora es tiempo de preguntarse: yo desde mi realidad, ¿cómo puedo aportar al cambio? Con la certeza de que si cambio yo, empezará a cambiar mi entorno.
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