La formación integral necesita de sus tres integrantes principales para funcionar: Familia, escuela y comunidad.
Desde hace algunos años se ha hecho propaganda comercial en todas las instituciones educativas de ofrecer al alumno “formación integral”. Y cada espacio explica sus razones para mencionarse como “la mejor opción”.
Sin embargo, ¿qué hace diferente una de otra?, ¿en qué son similares?, ¿son iguales?, ¿hacia dónde debe orientarse una familia para tomar la mejor decisión?
Estoy convencido que se eligen comunidades educativas, no escuelas. Porque la escuela, colegio, instituto, academia o universidad no es sino la estructura, el soporte. Quienes dan vida a ese “cascarón” son las personas. Y las personas juntas forman comunidad.
Así que el primer referente de elección de modelo de formación integral es la integración de la propia comunidad. De lo contrario se estiraría cayendo en una contradicción: se dice mucho hacia fuera y se predica poco hacia dentro.
Cuando una comunidad dirige sus esfuerzos a los de casa y desde ahí a los demás significa que su ideal de formación integral va por buen camino. Porque es al interior donde se necesita la primera fortaleza, la primera verdad, la primera transparencia.
Una vez que la comunidad es testigo del acompañamiento recibido, entonces se pueden añadir muchas más características al modelo propio de cada espacio educativo, destacando entre otros el deporte, la cultura, la espiritualidad, los idiomas, los procesos pedagógicos, etc.
Hoy por hoy los modelos de formación integral nos deben acercar más al prójimo, al vulnerable, al necesitado. Porque si el modelo sólo obedece a un plano competitivo de mercado, está vacío. Se requieren liderazgos comprometidos con las causas de los pobres, los excluidos, los abandonados y los olvidados.
Un egresado portará este estandarte en la manera de conducirse con otras personas, pues su trato, modo y forma de estar en el siguiente nivel le permitirá corroborar este esfuerzo de toda la comunidad: construir mejores personas.
Por lo tanto, no existe un modelo único de formación integral. La libertad permite liberación, así que también sería un error pensar que sólo un modelo es el mejor, el adecuado o idóneo. De hecho, cada persona construye día a día su propio modelo.
Lo más importante es sumar a cada propuesta, porque es la fuerza de la comunidad la que permitirá centralizar lo más valioso de cada uno. No nos conformemos con los modelos de folleto, la formación integral se hace en cada instante, en cada proceso, en cada historia. Por eso educar no es de cabeza a cabeza sino de corazón a corazón.
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