México cuenta con una gran riqueza de tradiciones y costumbres que han ido trascendiendo de generación en generación y que no hay que hacer de lado para las que están por llegar.
En días pasados hemos recordado fechas importantes que hacen memoria de emociones, sentimientos, anécdotas, historias y costumbres en torno al día de muertos.
Colocar la ofrenda, hacer las calaveritas, visitar las tumbas en el panteón, visitar las criptas en los templos, comer pan de muerto, pedir calaverita entre muchas otras acciones propias de cada lugar le dan sentido y colorido a esta festividad.
Sin embargo, hay una enseñanza profunda que no deja de hacer eco en cada rincón del ser humano: la herencia familiar que se vuelve comunitaria. Inculcar estas realizaciones es garantía de continuidad en las generaciones de hoy; en medio de un mundo globalizado, tecnológico y acelerado.
En particular es meritorio hacer un recibimiento a los difuntos. Quienes más allá de ser juzgados, buscaron dar lo mejor de sí en vida. Su huella es un tatuaje permanente que nos sigue acompañando en este peregrinaje.
La contemplación de esta riqueza es un patrimonio que no lo da ninguna cuenta bancaria. Este testamento es perenne en el corazón de cada ser que se permite escuchar el silencio que emana de cada flor, de cada papel picado, de cada platillo.
Por un momento nos detenemos a observar, y dejar que por la vista entre la voz que los difuntos nos dejaron como legado de amor, unidad y armonía. Es por lo tanto un deber que la mayor innovación que se puede hacer desde el gobierno, desde una escuela, desde un hogar es la de enriquecer las tradiciones. Sin ellas somos un pueblo huérfano, perdido y extraviado
Las tradiciones educan en la medida que forman criterios de legado. La educación permite sacar de dentro la gran riqueza escondida; es por lo tanto una cátedra poder escuchar la composición y desarrollo de una actividad de este tipo.
En México somos ricos en tradiciones; la de muertos no es la única. Cada lugar nos expone lo mejor de sí en su profundo sentido de pertenencia. No olvidemos este tesoro. La nación también se construye con estas formas de vida.
Alegría al saber que estas enseñanzas no están únicamente detrás de un navegador. No es lo mismo ver en foto una ofrenda que verla en vivo. Y mucho menos leer su explicación que escucharla de quien la ha construido con una honra a los ancestros llena de amor.
Nos queda la enorme tarea de sembrar estas semillas en quienes nos anteceden. Así lo hicieron con nosotros. Correspondamos a la responsabilidad que nos fue heredada. Nuestros niños y jóvenes estarán invitados a hacer lo mismo. Y todos, cuando gocemos de una vida no terrena, sin duda estaremos agradecidos de haberlo instruido.
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