La vocación profética de los jóvenes: una mirada al sínodo

La mística y la profecía son dos conceptos que los jóvenes deben redescubrir. Los padres de familia y los educadores tienen una gran responsabilidad para transmitírselos.



Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional es el tema que encabeza la Asamblea Sinodal que dio comienzo el pasado 3 de octubre en el Vaticano. Después de un tiempo considerable de reflexión, oración y acompañamiento.

Han sido numerosas y muy enriquecedoras las orientaciones que el papa Francisco ha hecho a lo largo del trayecto de preparación. Palabras sobre la libertad, la fe, el amor a Cristo, la fortaleza en el Espíritu y el servicio a la Iglesia; entre muchos otros temas.

Un aspecto en el que vale la pena profundizar es en esta mirada hacia el profetismo de los jóvenes. Mi paso por diferentes niveles educativos como profesor y como directivo me ha permitido tener cercanía no sólo teórica, sino vivencial de las necesidades, preocupaciones, sueños, anhelos y esperanzas de quienes aún confían en las generaciones que les preceden, como antesala de escenarios más esperanzadores.

El ministerio profético junto al Pueblo de Dios nos hace sentirnos parte de una comunidad peregrina, este ministerio cobra hoy nueva fuerza y urgencia en los jóvenes porque estamos viviendo un momento difícil en la historia de la Iglesia y de la sociedad. Como dice el padre carmelita Ciro García: “Vivimos en una época que algunos han parangonado al exilio. Al igual que Israel se encontró despojado de todas sus seguridades (el templo, lugar de la presencia de Dios) también hemos perdido muchos puntos de seguridad y se ha abierto paso a la búsqueda. El exilio es también una experiencia espiritual: ‘Salí tras ti clamando, y eras ido?’ (Juan de la Cruz)”.

Los jóvenes están llenos de profetismo y mística, hoy con su testimonio se nos invita a ser místicos. La experiencia mística nos permite sentir la irrupción de Dios en lo más profundo de nuestro ser. La experiencia profética, a su vez, es una llamada que nos viene de fuera y que exige la realización de una acción transformadora en la historia de acuerdo al proyecto de Dios. ¿No son los jóvenes quienes nos están enseñando a hacer acciones transformadoras desde un teléfono celular, o desde las aplicaciones de una tableta a través de un vídeo, generando efectos multiplicadores positivos?

Algún documento eclesial ha presentado al profeta Elías como prototipo de dimensión profética, profeta audaz y amigo de Dios. Vivía en su presencia y contemplaba en silencio su paso, intercedía por el pueblo y proclamaba con valentía su voluntad, defendía los derechos de Dios y se erguía en defensa de los pobres contra los poderosos del mundo (cf. 1 Re 18-19).

Como expresara el Hno. Álvaro Rodríguez Echeverría – antiguo Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas – en su carta pastoral del 2010, el profetismo de Elías fue un proceso paradigmático, y haciendo una evocación a Dolores Alexaindre desde el desplazamiento” expresó:

• De los lugares de arriba a los lugares de abajo: de dirigirse al rey a ir a la casa de la viuda; de los santuarios a la viña; de lo alto del monte a los lugares de la injusticia.

• De la suficiencia a la receptividad: el paso de Elías por el desierto, su acostarse debajo de la retama y quejarse de cansancio hace que de su escuela aprendamos a ponernos de pie y a seguir caminando.

• De los imperativos a la súplica: de actitudes más prepotentes a etapas de reciprocidad, de recibir, de aprender.

• Del triunfo a la experiencia de los límites: estos límites nos indican que estamos en un tiempo de Gracia porque lo que nace de la pobreza va amarrado al Evangelio.

• Del protagonismo a la sombra: cuando Elías se siente solo, recibe de Dios la lección de que hay muchísima gente que también le es fiel.

• Del Dios del huracán al Dios del silencio: el silencio tiene una evocación mística… la juventud, cargada de palabras y apps, necesita más del silencio.

Dios y los pobres, mística y profecía son una llamada a ir a lo esencial. Como proféticamente lo expresó Dietrich Bonhoeffer, en la antesala de su martirio: “Nuestra Iglesia, que durante estos años sólo ha luchado por su propia subsistencia, como si fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y al mundo. Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer, y nuestra existencia de cristianos sólo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres. Todo el pensamiento, todas las palabras y toda la organización en el campo del cristianismo, han de renacer partiendo de esta oración y de esta actuación cristiana… (Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el cautiverio, Sígueme, 2008)

Hoy más que ayer, nuestros jóvenes necesitan nuestra palabra y nuestro testimonio. Aquí los padres de familia y los educadores tenemos una responsabilidad trascendental que es necesaria en esta era digital, porque hoy se han perdido muchos puntos de referencia y los modelos que se ofrecen a los jóvenes suelen ser muy superficiales, venidos muchas veces de nuestros smart phones. Los escenarios de vida adulta que observan los jóvenes, en muchas ocasiones alimentan juegos de fantasía que después, brutalmente, chocan con la realidad.

Sin embargo, conviene recordar que la fragilidad (esta superficialidad mencionada) en realidad encierra un potencial enorme y que es una invitación a una juventud inculturada, creadora, en las fronteras, más libre.

Fragilidad que tiene su apoyo en la esperanza:
• la fragilidad lúcida de la esperanza del pobre,
• la fragilidad asegurada de la esperanza del cristiano,
• la fragilidad herida de la esperanza del hombre comprometido,
• la fragilidad orante de la esperanza del creyente,
• fragilidad responsable de la esperanza del enviado,
• la fragilidad disponible de la esperanza del servidor,
• la fragilidad fiel de la esperanza del peregrino.

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