A algunos nos causa confusión saber si estamos frente a un show de stand up. Donde Andrés Manuel juega a ser López Obrador. O más bien, donde López Obrador juega a ser presidente. Pero de pronto se le olvida al presidente: que sigue siendo el mismo AMLO de siempre.
Y es que de pronto no sabemos a quien hacerle caso: ¿al aún candidato o al ya presidente que lanza discursos de campaña? ¿Es Andrés Manuel o es AMLO? ¿Es el amante del béisbol o el titular del Poder Ejecutivo?
Seguirá siendo el tema durante 5 años más: el sexenio de López Obrador, que día a día deja secuelas significativas. Sin embargo hay fuertes dudas entre lo real y la ilusión, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo dicho, lo hecho y lo omitido. En fin, todo como parte de un conjunto poco claro.
Creo que muchos seguimos añorando aquella tan idílica promesa de que a partir de que el presidente asumiera el poder, se acabaría la corrupción, dado que nadie más iba a poder ser corrupto. En la realidad como estamos: ¿podemos dar este grito de festejo?
Poderoso control de masas, si hay algo que aplaudir, nuestro presidente es experto en manejo de grupos, y vaya grupos, donde acuden miles de personas y tiene la facultad de callarlos, hacerlos reír o aplaudir; es más, los convence de que la democracia se hace a mano alzada en una explanada. Verdaderamente poderoso.
Porque a algunos nos causa confusión saber si estamos frente a un show de stand up. Donde Andrés Manuel juega a ser López Obrador. O más bien, donde López Obrador juega a ser presidente. Pero de pronto se le olvida al presidente: que sigue siendo el mismo AMLO de siempre.
Pero repito, sumamente inteligente, si Andrés no necesita una agencia que le organice la fiesta. Él solo puede, ya que determina; coloca horarios y entremeses de júbilo. Una convocatoria lunes por la tarde, la gran mayoría está laborando, pero para quien le es posible asistir a su espectáculo le dispone la mesa con un ambiente ameno: Margarita, la diosa de la cumbia. Que dicho sea de paso, la señora canta bien, tan bien, que AMLO ya la había contratado con anterioridad como presidente electo. Podemos decir, Andrés sabe llegarle al pueblo.
Y como situación colateral ¿qué vemos? Un país colapsado en sus decisiones fantasiosas. Cancelaciones por doquier, con un gabinete –sin ofender– cuyo promedio de edad oscila entre los 65 y 70 años aproximadamente. ¿Y los jóvenes? Ah! Olvido, a los jóvenes que de debe priorizar es a los que “no estudian o trabajan” para ello darles un “apoyo directo”. Pero gravísimo error, el presidente “tiene otros datos”.
¿Cómo llegaremos al primer año del sexenio? A este paso tal vez la espera se haga más eterna y solo veamos más ocurrencias conflictuadas entre la razón y el sentido común. Donde impere la guerra de los fifís contra los chairos. Tal vez la hora nacional, perdón, la conferencia mañanera se prolongue más, o tal vez Los Pinos queden como espacio para alquiler y se llevan a cabo eventos sociales.
Recemos por el presidente. Tal vez le ayude a ver con más claridad; y a nosotros a tratar de comprender más sus acciones. A final de cuentas en manos de Dios estamos, y esta es la única certeza que cuenta.
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