Que conste que la pregunta no es ¿qué talento tienes? ¿En qué crees que eres bueno? ¿O qué tipo de competencias óptimas necesitas desarrollar para determinado propósito profesional?
Todas las personas tenemos capacidades diferenciadas, algunos tienen habilidades innatas y pocos, muy pocos, gozan de uno o varios talentos en su máxima expresión posible.
En su definición más simple, el talento es una especial aptitud física o capacidad intelectual para desarrollar una actividad con particular habilidad o facilidad. Quien posee un particular talento, cuando lo despliega, lo hace ver fácil para los demás.
Si partimos de que las más de las personas tienen algún talento y que es en el mejor interés de gobiernos y empresas aprovecharlo en múltiples propósitos individuales y comunitarios, ¿cuáles son las cosas ineludibles que debemos tener claras quienes gestionamos una organización? Aquí 3 para la reflexión:
1) Advertir cierto talento es el punto de partida.- En todo tipo de espacios, abundan individuos que no han identificado con claridad su o sus respectivos talentos.
Están tan enfocados en sus limitaciones que, en el plausible deseo de superar sus ‘áreas de oportunidad’, no distinguen con claridad entre aquellas cosas en las que tienen cierta facilidad y aquellas en las que indiscutiblemente muestran aptitudes extraordinarias.
Dejando de lado lo deseable que para el efecto es exponernos a actividades diversas todo el tiempo, directivos y colegas debemos afinar la observación metódica de aquello que proyecta rasgos arriba de lo ordinario y que pudieran ser indicativos de virtuosidad.
2) El talento suele expresarse en el entorno apropiado.- Si bien hay casos excepcionales, son los espacios adecuados, los tiempos óptimos o los procesos que ofrecen la ocasión para visibilizar esfuerzos llevados a niveles superiores –entre otros– los que crean circunstancias y momentos en los que el talento aflora.
La historia de los virtuosos está llena de momentos en los que, expuestos a episodios de vida familiar, comunitaria u organizacional de lo más variadas, advirtieron o les hicieron ver que en su DNA estaba determinada aptitud digna de ser trabajada con particular atención.
3) Hay que llevarlo a su máxima expresión posible.- Y es que gozar de un inventario de talentos no es suficiente. Todos requieren ser trabajados, moldeados y pulidos para llevarlos a su siguiente nivel, primero, y eventualmente al máximo de su potencial.
Sin subestimar las limitaciones de toda índole que pueden complicar el camino de muchos, sobran ejemplos de individuos que no están dispuestos a pagar la dosis de esfuerzo que su propio talento exige y que, aún gozando de las mejores oportunidades, no aceptan los sacrificios que la maximización conlleva.
Desear gozar de talento en cualquier espectro de la vida, supone incentivar su desarrollo en los distintos frentes de la formación (familia y escuela) y del trabajo humano (empresa y gobierno). Y supone, también, disociar la expresión simple de un talento con su maximización inmediata.
No importa el espacio de la vida o la aptitud espacial de la que estemos hablando. Tras la identificación de su respectivo talento, sólo aquellos que están dispuestos a pagar el precio de la constancia, la disciplina y la exigencia son los que a lo largo del camino acaban forjando el terreno de su propia virtuosidad.
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